Miré mil veces la hora,
las agujas no avanzaban.
No sé cuanto habré fumado
las cenizas rebasaban.
Caminé toda mi casa
Hablé conmigo al espejo
Mudé tres veces mi ropa,
para no sentirme un viejo.
Por fin llegó ese momento
en que debía encontrarte.
Y caminé las diez cuadras,
a paso de dragoniante.
Llegué a la mesa de siempre,
al lado de la ventana,
la que está justo en la esquina,
con un mejor panorama.
Ordené un wihsky en las rocas,
para aflojar las palabras.
Pretendiendo a mi ansiedad
disimular si llegabas.
Fumé otro rubio y van cuantos ?
Ahora si el tiempo pasaba.
El reloj de la pared,
despiadado me anunciaba,
que no ibas a llegar,
que emprenda la retirada.
Ya no importaba mi ropa,
ni la edad que me aportara.
Con unas copas de más,
la mandíbula apretada,
los ojos enrojecidos,
caminando llegué a casa.
Te maldije en mil idiomas,
Me tiré sobre la cama.
El sueño hizo lo suyo,
y juro que no soñaba.
Dije ya no verte más…
Y hoy espero tu llamada.