Amor de Mayo (mini novela juvenil sin editar)
Publicado en Jun 25, 2013
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¡Cuánto tiempo ha pasado desde el día en que le vi! A penas si fue ayer cuando tenía 17 y mi vida brillaba con un futuro prometedor.

1850 Santafé de Bogotá. Chapinero. Casona Abiega.

El sol brillaba en lo alto del cielo, el viento soplaba violentamente. Asomada en el balcón quedé perpleja viendo las montañas despejadas a lo lejos. Su presencia imponente me hizo estremecer el pecho. Mi padre apareció en aquél instante.

-¿Hermosa vista, no lo crees Marian?- posó su mano sobre mi hombro.

-No dejo de sentirme inquieta papá, sé que pronto entraré a la Universidad a estudiar leyes, pero… algo me falta…- le dije bajando la mirada con profunda tristeza. Mi padre me tomó en sus brazos y con su mano, levantó mi rostro suavemente.

-Eres igual a tu madre. Estaría orgullosa de ver la hermosa joven en la que te has convertido. –salió del balcón y me dejó allí como si supiera cuanto deseaba estar sola en aquél momento.

-Mi madre… -miré el cielo despejado tratando de hallar sus ojos caramelo. Sentía un vacío profundo en el pecho y unas cuantas gotas brotaron de mis ojos. La extrañaba como una niña cuando pierde su muñeca favorita y sabe que nunca regresará. Solo quedaron los recuerdos de su  regazo cálido, su sonrisa radiante, su voz dulce y cariñosa diciéndome: “Eres mi pedacito de sol”.

Seguramente ella me entendería. Sabría que un futuro prometedor no estaría completo sin el amor de un joven real, un joven de ojos brillantes, piel tersa y pelo ensortijado, un joven de carne y hueso. Estaba cansada de soñar con mi príncipe azul, aquél hidalgo que en su corcel llegaba a rescatarme de los laberintos del tiempo y con un beso iluminaba mi certeza y confianza para sobrellevar la vida.  Aquél príncipe de papel de los cuentos que mi madre solía leerme cuando era niña.

Allí estaba yo, inmóvil en el balcón de la casa de mi padre, la casa que me vio crecer y la misma que vio morir a madre. Inmersa en mis pensamientos, en mi madeja de confusión, de sueños y de miedo pude ver acercándose una figura perfecta de un joven hermoso con espalda ancha, ojos azules y cabello dorado montando un precioso caballo blanco.

Mi corazón palpitaba rápido, sentía que se iba a salir del pecho. De pronto, el joven se detuvo frente a mi puerta como si mi sueño me hubiera sorprendido despierto. Mi padre salió a su encuentro y lo hizo seguir a la sala.

Acomodé mi chaqueta, estiré mi falda y tomé aire profundo, entré a mi habitación y me contemplé en el espejo. Arreglé el recogido mi cabello, mis rizos castaños y pinté mis labios de carmesí. Mis ojos brillaban y se acentuó en ellos un color caramelo. Estaba lista para comprobar la realidad de mi sueño.

Salí de la habitación tratando de guardar la compostura. Sostuve mi falda para bajar la escalera apoyándome de la barandilla. Mientras descendía escuchaba una voz encantadora, masculina y juvenil. Mi corazón latía con mayor ímpetu.

Casi llegaba al último escalón cuando vi al joven sentado en el sofá frente a mí, sostenía una plática con mi padre. De pronto se detuvo y depositó su mirada en mis ojos. Se levantó lentamente, absorto en mí se acercó y besó mi mano. El tiempo parecía haberse detenido, la música se encendió en torno a los dos, miles de pétalos danzaban en mi tronco como una caricia de primavera.

Mi padre carraspeó devolviéndonos a la realidad. – Querida, te presento a Sir Roderic. Sus padres acaban de mudarse cerca de aquí en la Casona  Bradbury. Estaremos en una investigación botánica con su padre y Roderic irá contigo al Rosario en la Universidad de Bogotá.

-Es un placer ¿señorita…? -me miró expectante.

-Marian –le dije un poco sonrojada. Retiré mi mano y me mantuve de pie junto a mi padre.

No dejaba de mirarlo y él tampoco a mí. Mi padre apresuro la plática acordando una fecha en la que se encontraría con El Señor Bradbury. Se despidieron formalmente y mi padre se quedó con unos documentos en la mano.

-Fue un placer Señor Abiega. Señorita –estrechó la mano de mi padre y besó nuevamente mi mano.

Pronto mi príncipe volvía de nuevo en su caballo y yo me quedé viéndolo desde la puerta, él dejó caer una hoja en el camino y me hizo una seña de despedida con su mano derecha. En cuanto mi padre se dirigió al estudio, salí disimuladamente a recoger la hoja.
La abrí con cautela, era una nota que decía:

“Te veo a las 5:00 pm en el claro de la Alameda de la Quebrada Vieja”

Guardé rápidamente la nota entre mi falda y me dirigí dentro de la casa.
Me disponía a subir a mi habitación, cuando mi padre me sorprendió en la escalera. –Un joven atractivo Sir Roderic. ¿No lo crees?

-No lo noté. –le dije un poco nerviosa mientras acomodaba mi cabello detrás de la oreja.

-Yo hubiera creído que ambos se sentían atraídos, por poco no suelta tu mano y tú te veías muy cómoda con su gesto. –le sonreí a mi padre y bajé la mirada. –Me cae bien, además es un joven acaudalado, ¿mencioné que su padre es el director de la facultad de Botánica en Londres? Su madre es española. Un buen partido para cualquier jovencita –las palabras de mi padre eran música para mis oídos. –Aunque no para ti. –Me dio un beso en la frente y siguió su rumbo hacia el estudio en el segundo patio junto al jardín.

Mi sonrisa desapareció. Me quedé paralizada por unos minutos en la escalera. Mi mente quedó en blanco. Recuperé el sentido y corrí a mi habitación.

¿Por qué diría algo cómo eso? ¿No soy yo la que decide si es bueno para mí?  

Era tan duro y estricto. A veces pensaba que prefería verme como una solterona viéndole envejecer a su lado. Esto me atormentaba.

Me tumbé en la cama y abracé una almohada.  Las palabras de mi padre, la imagen del joven en su caballo, luego besando mi mano me rondaban la cabeza.  

-Roderic… -suspiré al mencionar su nombre. La emoción que sentía jamás la había experimentado.

Saqué la nota de mi bolsillo.

“Te veo a las 5:00 pm en el claro de la Alameda de la Quebrada Vieja”

No dejaba de pensar en su sonrisa al partir galopando en su caballo.

¡Tenía que verlo!

¿Pero mi padre?

No podría saber nada…

Tenía que tramar una cuartada para salir a su encuentro, sería un secreto.

Pronto me apresuré a arreglarme, debía lucir atractiva, pero no podía ser demasiado, de lo contrario mi padre lo notaría.

Seguro él cambiaría de opinión con respecto a Roderic, se veía que era un joven refinado, de modales impecables y apuesto. Sí que era apuesto. Además mi padre dijo claramente: “es un buen partido para cualquier jovencita”.

Mi mente empezó a divagar. Me imaginaba que Roderic me tomaba en sus brazos y me daba un dulce beso.

Tomé un vestido del armario y empecé a danzar con él frente al espejo, todo era perfecto, los pajaritos cantaban, estaba segura que sería el hombre de mi vida.

Qué cursi era esa escena, pero me era inevitable. Parecía una niña tonta soñando con un cuento de hadas.

¡Toc-toc! Alguien llamó a la puerta. Escondí rápidamente el vestido en el armario, me pasé las manos sobre el cabello y respiré profundo. Abrí la puerta.

-Señorita, su padre la espera en el comedor para almorzar. –era Rosita, mi nana. Llevaba 19 años trabajando en nuestra casa y luego de que mi madre murió cuando yo tenía 7 años, ella se encargó de cuidarme. Era una mujer robusta pero de muy buen corazón.
Tenía un pañuelo negro en la cabeza, lo usaba para salir a la iglesia.

-¿Rosita? ¿Acaso vas a salir? –le pregunté mientras salía de mi habitación.

-Si señorita, hoy es sábado 23 de mayo, es el aniversario número 35 de mi padre. Voy a orar por su alma ya que no puedo llevarle flores a su tumba. Seguramente mi tía irá a visitarlo, la única pariente que me queda. –bajó sus ojos tristes, podía sentir su soledad.

-Tú sabes que eres como de nuestra familia Rosita, me tienes a mí y a mi padre. –le di un abrazo mientras caminábamos hacia las escaleras. Entonces se me ocurrió una brillante idea.

-¿Rosita? Ven. Tengo que contarte algo, eres la única que puede ayudarme. –la cogí de la mano y la llevé a mi habitación. Cerré la puerta y me senté sobre la cama, saqué la nota de mi bolsillo. Le di dos palmaditas a la cama para indicarle a Rosita que se sentara a mi lado. –Mira esto. –le dije enseñándole la nota.

-Yo no sé leer señorita.

-¡Cierto! Bueno, te contaré… mmm ¿viste al joven que vino a ver a mi padre hoy? –le dije un poco nerviosa, las palabras me salían forzadas, ni siquiera sabía lo que iba a decir.

-¡Ahh! ya veo por donde va el agua al molino –me dijo ella sonriéndose.

-Es que, vamos a ir juntos a la Universidad y como es nuevo, pensé que es mejor contarle un poco cómo es todo por aquí. Es recién llegado a Bogotá. Y pues… ya conoces a mi padre, no quiero que se entere y pueda malinterpretar las cosas… –Rosita me miraba con una sonrisa pícara, sabía que mis intenciones eran otras pero no se atrevía a refutar mis peticiones mal fundamentadas.

-Quiere que vayamos juntas a la iglesia después de almorzar ¿no es cierto? –me sonrió y me guiñó el ojo.

-¡Eso es Rosita! ¡Sabía que podía contar contigo! ¡Gracias! –le di un fuerte abrazo lleno de felicidad.

-Bueno, baje a almorzar antes de que su padre empiece a sospechar y mientras come, le pide su permiso. –Rosita y yo salimos de la habitación cogidas de gancho hasta el comedor.

Todo iba a las mil maravillas, mi padre leía el periódico mientras almorzaba como de costumbre. Y cuando casi había terminado su ajiaco intervine.

-¿Papá? Voy a acompañar a Rosita a la iglesia, ya sabes que hoy es el aniversario de su padre y quisiera aprovechar para orar por mi madre, además tengo otras peticiones que quisiera hacer. –levanté mis ojos para verlo. Mi padre enfocó sus anteojos para seguir viendo el periódico y solo dijo –ah sí sí. Me parece bien.

Todo estaba arreglado. Terminé de comer, me limpié con la servilleta, agradecí la comida y me disculpé de la mesa con mi padre.

Traté de mantener la calma para que no notara la ansiedad que tenía en ese momento.
Eran las 2:00 pm, tenía tiempo suficiente para arreglarme un poco. A pie, la iglesia quedaba a 15 minutos y el claro de la Alameda a 20 minutos de la iglesia.

Me puse un vestido y chaqueta blancos con un pañuelo tejido para el frío.

Rosita tocó mi puerta para que saliéramos juntas a las 3:30 pm.

Era un día soleado, me cubría del sol con mi sombrilla.

-¿Rosita? Te acompaño un momento en la Iglesia y salgo a encontrarme con Roderic. ¿Podrías por favor esperarme para que volvamos juntas a casa? –la miré con un poco de ansiedad.

-¿En dónde se encontrarán? –me preguntó con indiferencia.

-En el claro de la Alameda de la Quebrada Vieja. –respondí torciendo la punta de mi pañuelo. Rosita me miró de reojo.

-Por favor tenga cuidado. Una hora será suficiente para encontrarse con el joven, yo la esperaré en la iglesia hasta las 6:00 pm.

-Gracias Rosita, ahí estaré. –cerré mi sombrilla y la tomé del brazo.

La iglesia se encontraba casi vacía. El altar estaba lleno de flores blancas. Rosita se puso de rodillas y empezó a orar. Podía ver la suela de sus alpargatas.

Me puse el pañuelo sobre la cabeza y me incliné un poco con los ojos cerrados.

Las imágenes de mi madre fluían. Por un momento me olvidé de mi cita, volví a sentir las caricias de mi madre, sus delicadas manos peinándome, sus besos en mi frente, su mano llevándome a la escuela. Y entonces, cuando estaba sumida en aquellos recuerdos de mi infancia, vislumbré la sonrisa de Roderic. Abrí mis ojos rápidamente y miré la hora en mi reloj fase lunar y faltaban 10 minutos para las 5:00 pm. Se me había hecho tarde, ahora solo disponía de 10 minutos para llegar a nuestro punto de encuentro. De nuevo mi pecho estaba saltando. La ansiedad me carcomía.

Me di la bendición y me levanté con suavidad. La iglesia ya se encontraba llena. Puse mi mano sobre el hombro de Rosita. Ella me hizo una seña de afirmación con la cabeza.

-Nos vemos a las 6:00 pm –le dije susurrando y salí de la Iglesia. A medida que me alejaba aceleraba el paso. Caminé lo más rápido que pude. Tuve que pedir indicaciones en el camino. Hacía mucho no iba a aquél lugar. La última vez, mi padre me había llevado para acompañarlo a tomar una muestras del agua. Sospechaba que el agua estaba siendo contaminada. La belleza del lugar me impactó entonces. Siempre me han parecido románticas las quebradas.

Cada vez estaba más ansiosa, aferraba mi falda con fuerza. A penas si podía respirar, el frío de la tarde pasó insospechado para mí, con la caminata tuve que desabrochar un poco mi chaqueta.

Casi me acercaba al claro y decidí retocar mis labios. Ensortijé un poco mi cabello y escuche los pasos de alguien en mi espalda.

-No sabía si vendrías. –Era él. Casi tiro al suelo el espejo del susto. Tomé aire y me di la vuelta.

-Hola. Es que tenía curiosidad. –Le dije con un tono cortante para tapar mi nerviosismo.

-Necesitaba verte con más tranquilidad. No pude decirte lo hermosa que eres. –Me dijo acercándose. Me sonrojé y no pude evitar sonreírme. – ¿Quieres tomar una taza de chocolate caliente con queso? Me han dicho que es delicioso y a decir verdad, no lo he probado aún.

Casi no podía hablar, me temblaban las rodillas, pero tenía que aparentar que estaba tranquila y segura.

-¡Por supuesto! ¿Por qué no? –me ofreció su brazo y lo tomé de gancho. Al frente había un lugar pequeño y acogedor llamado “Clau”.

Al entrar noté que las paredes estaban cubiertas de un papel tapiz color ocre y llenas de cuadros de retratos, caricaturas y lienzos de Ramón Jiménez. Nos ubicamos cerca del patio trasero. Roderic corrió mi silla y pedimos dos chocolates con queso y almojábanas.

Cuando la camarera se fue Roderic empezó a sonreír.

-¿Qué te parece gracioso? –le pregunté sonriendo.

-Me parece gracioso lo que me haces sentir. Aquí donde me ves está que se me estalla el pecho. –Soltó una carcajada y nos reímos juntos.

La camarera llegó con nuestros platos y quedamos solos nuevamente.

-Buen provecho. –Me dijo tomando la taza de chocolate.

-Gracias. Igual tú. –Le dije haciendo lo mismo. Tomé la servilleta para limpiar las esquinas de mis labios. Tomé aire y le dije – ¿Te confieso algo? –me miro con curiosidad. –También siento lo mismo.

Se sonrió. Degustamos los bocadillos y permanecimos unos minutos en silencio.

-¿Te gusta la música? –me dijo mientras ponía un diente de león sobre la mesa.

-Sssí… –le dije un poco dudosa. Mi atención quedó fija en la flor. ¿Qué tramaría?

-Vuelvo enseguida, no te muevas de ahí –se levantó rápidamente, un poco agitado. Lo miré con sorpresa y se fue cerca a la entrada a hablar con una de las camareras.

Pasaron varios minutos, tenía curiosidad por lo que fuera a pasar. Miré hacia el patio, estaba lleno orquídeas de diferentes colores, algunos naranjos y prado verde. Los recuerdos de mi madre se apoderaron de mí nuevamente. Recordé cuando me columpiaba en el árbol de naranja en el tercer patio de nuestra casa. Ella siempre lucía perfecta, su piel impecable, su maquillaje intacto, su sonrisa delicada y jovial… -¡Ay mamá! ¡Si tan solo estuvieras aquí para aconsejarme! –suspiré con nostalgia. Sabía que no regresaría. De pronto vi mi reflejo en el cristal de la ventana y vi cómo mi madre me sonreía. Por poco suelto la taza del impacto. Seguí mirando con sorpresa el reflejo y solo era yo.

-¿Estás lista? –volvió inesperadamente Roderic. Volví en mí abruptamente.

-¿Eh?… sí, sí claro… mmm ¿para qué? –respondí un poco confundida. Roderic soltó una carcajada.

-Es evidente que no te he dicho nada aún. Sólo acompáñame. –Tendió su mano para que yo la tomara. Lo seguí como si estuviera hipnotizada, ni siquiera terminamos de comer.

Me llevó al otro lado del patio y entramos a una habitación donde parecía ser un salón de baile pequeño. Había un piano con un banco donde se sentó y me hizo sentarme junto a él en una silla. Tocó la más hermosa canción que haya escuchado. Una parte de la obra de Schumann titulado Dichterliebe  (Los amores de un poeta)

En el maravilloso mes de mayo,
 
En el maravilloso mes de mayo,
cuando todos los capullos se abrían,
fue entonces cuando en mi corazón
nació el amor.
 
En el maravilloso mes de mayo,
cuando todas las aves cantaban,
yo le confesé a ella
mis anhelos y deseos.
 
Tocó con una habilidad increíble, como si fuera su propia composición musical. Su voz era perfecta. Parecía un ángel. Cantó en alemán y en español para mí.

Cuando terminó me sonrió y me dijo: -Este en realidad es un poema de Heinrich Heyne y Robert Alexander Schumann interpretó 16 poemas de él en su obra. Yo tuve la oportunidad de ver y escuchar su obra en vivo en Leipzig hace 4 años. Mi padre nos llevó a mi madre y a mí para su aniversario número 21 de matrimonio. Esta es la primera vez que la interpreto para alguien y… pues… quise que fueras tú. –las manos me temblaban, era el gesto más bello y romántico que hubiera presenciado. Lo miré a los ojos fijamente y me lancé compulsivamente a abrazarlo.

-Es lo más hermoso que alguien haya hecho por mí. Gracias. –Me apretó con sus manos a su pecho y olió mi perfume. Sentía el palpitar de su corazón. Una explosión de color hizo temblar mis labios. Me separé suavemente de él y cerré los ojos acercándome lentamente a su rostro. Él me besó.

¡Qué sensación! Sus labios se sentían tan suaves y dulces, sentía que volaba en notas de amor y la canción que había interpretado para mí no dejaba de sonar en mi cabeza. Fue realmente mágico. El tiempo no existía, el vacío que habitaba en mi pecho con frecuencia había desaparecido, la primavera llegó a mí.

Luego de aquellos instantes fantásticos, nos separamos.

-¡Wow! –le dije intentando recuperar el aliento.

-Tus besos son tan delicados y exquisitos como tu figura –me dijo acariciando mi rostro.  –Mis padres tienen que conocerte, eres tan hermosa Marian, tu belleza se ha robado mi tiempo y mi pensamiento, todo el día mi mente jugaba con tu sonrisa y tu imagen bajando de la escalera. –Acarició uno de mis rizos. No recordaba la última vez en que me había sentido tan feliz. Estaba muda, mis ojos se sentían vivos, mis labios hidratados, una sensación de bienestar recorría mi cuerpo.

De pronto sentí un tirón. – ¡La hora! –miré mi reloj, eran las 6:20 pm. – ¡Rosita! –dije alarmada y me levanté de un salto.

-¿Qué ocurre? –se levantó preocupado Roderic.

-¡Rosita, me está esperando en la iglesia! ¡No! ¡Ya debió haberse ido! ¡Mi padre! –la ansiedad me envolvía y veía venir un problema tras otro.

-¿Tú padre sabe que estás aquí? –me tomó de ambos hombros y me miró detenidamente.

-No, no lo sabe. ¡Pero se va a enterar si ve a Rosita entrar sola a la casa! –me puse la mano en la frente.

-Tranquila, cuéntame todo más despacio, ya encontraremos una buena solución. Estoy contigo ¿lo recuerdas? –seguía en la misma posición mirándome con sus brillantes ojos azules. Los miré detenidamente y la serenidad llegó a mí, sentía que me sumergía en un mar de ensueño donde nada malo podría pasar.

-Tienes razón. No había estado tan segura de algo en mi vida. –Lo abracé y me aferré a su cuello y tomé su cabello ensortijado. A su lado me sentía segura. No quería dejarlo ir. –Guardaré la compostura, a tu lado no tengo miedo.

-Bien, cuéntame todo con calma. –Me sonrió y nos sentamos nuevamente. Le confesé todo, lo que había sentido desde que lo vi en el balcón, las palabras de mi padre, la coartada con Rosita, la muerte de mi madre, la soledad que sentía, la agonía en la que vivía cada día llena de incertidumbres y miedos. Todo. Lloré, naturalmente. Estaba abriendo mi vida a su amor.

Él limpió mis lágrimas con su pañuelo y me dijo: -Ya no estás sola, a partir de ahora, yo siempre estaré contigo.

Lo abracé y lo besé nuevamente. –Gracias. Te he esperado toda mi vida.

Él me explicó su plan, regresaríamos a la Iglesia para asegurarnos que Rosita no se hubiera ido. Si no lo había hecho, no habría problema alguno y al día siguiente, él trataría de acercarse un poco más a mi padre hasta que se hicieran más cercanos y permitiera que estuviéramos juntos, nos invitaría a casa de sus padres para acercar nuestras familias y que sus padres me conocieran. Y entonces, podríamos vernos cada día sin tener que ocultarnos.

Me contó que sus padres siempre estaban ocupados en su matrimonio y las investigaciones de su padre. Que ni siquiera habían notado que había salido a mi encuentro. Poco hablaba con ellos, a veces duraban días sin hablarse, pero siempre comían juntos y los pocos momentos que compartían, eran muy agradables para él. Me contó que tocaba el piano desde los 6 años y que estudiaría música. Afortunadamente sus padres lo apoyaban, de igual forma debía estudiar junto a su padre para seguir con el negocio de la familia y apoyarlo con sus investigaciones. Él ya ganaba dinero y sabía cómo hacer negocios. Supe finalmente, que tenía  20 años. Todo estaba dicho, era alocado, pero sabíamos que queríamos estar juntos siempre y, si todo salía bien, pediría mi mano.

Seguimos nuestro plan y llegamos a la iglesia juntos. Estaba llena, no podíamos ver adentro pues las personas estaban aglomeradas desde la puerta.

-Disculpe Señora, ¿me podría decir si la misa de las 5:00 pm acabó hace mucho? –le preguntó Roderic a una Señora que se encontraba cerca de nosotros.

-Al parecer no. Hubo una ceremonia especial, pero ya está próxima a terminar.

-Gracias, es usted muy amable. –le sonrió Roderic. – ¿Lo ves? ¡La misa no ha acabado! –me levantó con sus brazos y me dio una vuelta. Nos reímos un poco.

-¡Schhh! ¡Qué maleducados! –dijeron dos personas en coro. Ambos nos sentimos apenados y nos fuimos corriendo de allí.

Todo era perfecto, Rosita estaba todavía adentro, nuestro plan empezaba a verse más real. Nos sentamos en una plazoleta frente a la Iglesia.

-¿Quieres que me vaya antes de que Rosita salga? –me dijo tomando mis manos.

-No. Quiero presentártela como debe ser. Ella ha trabajado para nosotros desde antes de que yo naciera. Me ha cuidado siempre y desde que mi madre murió, ha sido la persona más cercana para mí. –Le sonreí. Roderic se empezó a acercar para darme un beso. –
Aquí no, aún no es oficial nuestra relación ¿lo recuerdas? –le murmuré y me senté muy derecha arreglando un poco mi cabello.

-¡Oh! ¡Por supuesto hermana! ¡Ya sabes que me divierte molestarte! –recitó en voz muy alta y soltó una risa fingida. No pude aguantar la risa. Tuve que poner mi mano en la boca para disimularla.

-¿Qué estás haciendo? –murmuré mientras miraba alrededor para cerciorarme que nadie nos veía.

-Si creen que eres mi hermana, no les parecerá extraño vernos juntos a esta hora. –Me guiñó el ojo. –Deberíamos volver al claro para sentir tus labios otra vez. Cuando sea oficial, no dejaré de besarte. –me dijo en voz baja.

-Me sonrojas… -moví mi mano como un abanico para refrescarme un poco. – ¡Ahí viene! ¡Es Rosita! –nos levantamos lentamente y la esperamos separados con una expresión afable.

-Mi niña, disculpe mi retraso por favor, la misa se hizo muy larga. Hubo una ceremonia especial, al parecer hubo varios difuntos hoy que homenajear. Mi padre recibió un merecido aniversario ¡gracias a Dios! –se dio la bendición y se inclinó un poco.

-¡Qué bueno Rosita! Nosotros estuvimos aquí esperándote, la Iglesia estaba muy llena y no alcanzábamos a escuchar la ceremonia. –Miré a Roderic. -¿Rosita? Te presento a Roderic.

-Es un placer Rosita –dijo él haciendo una pequeña venia. Besó su mano. Rosita se sorprendió, nunca un joven acaudalado la había tratado con tanta cordialidad.

-¡Discúlpeme joven! –dijo Rosita exaltada.

-No tiene por qué disculparse, es un placer conocerla. –Puso una mano sobre su hombro y la retiró suavemente.

-Es el joven más buen mozo que haya visto. –Me dijo Rosita al oído. Solté una sonrisa y le di un beso en la frente.

-Gracias Rosita. ¿Vamos a casa? –la tomé del brazo.

-Despídase del joven con tranquilidad o si lo prefiere puede acompañarnos un poco más. Podemos decir en cualquier caso que lo encontramos en la Iglesia. –dijo Rosita alegremente.

-Las acompañaré hasta su casa, no es seguro para dos bellas damas caminar solas a esta hora. –Ambas nos sonrojamos y caminamos juntas.

En ese momento, un criado se acercó a mi Roderic. Nos hizo una venia.

-Señor, me disculpo con usted, pero es preciso que vuelva conmigo a su casa. Su padre se encuentra enfermo. Traje el carruaje para volver pronto.

-¿Está muy grave? –le preguntó bastante inquieto.

-No señor, al parecer solo se encuentra indispuesto, pero no deja de preguntarlo. Dice que necesita decirle algo importante. Me envió a buscarlo. –Permaneció un poco inclinado y en ningún momento lo miró a los ojos.

-Está bien. Gracias Friedrich. Pero antes, llevaremos a las damas a la Casona Abiega. –Le hizo una seña para abrir la puerta del carruaje y nos hizo seguir.  

Dentro del carruaje noté a Roderic bastante preocupado.

-No sé qué decir… Espero que lo de tu padre no sea grave y se recupere pronto. –Le dije suavemente. Él me sonrió. No dijo nada en el camino.

El carruaje se detuvo.

-Hemos llegado. –Nos dijo un poco apurado Roderic a Rosita y a mí. Asentí con la cabeza y nos bajamos del carruaje.

-Gracias por todo. Espero tener noticias tuyas pronto. –Le hice una venia. -Hasta pronto Friedrich. –El criado inclinó su cabeza afablemente.

-Hasta pronto Señorita. –Friedrich puso en marcha el carruaje y mi príncipe se quedó viéndome desde la ventana. Los vi desaparecer en la distancia.

En casa no hubo problema con mi padre. Él no se había dado cuenta de la hora revisando los documentos del padre de Roderic.

Le comentamos una versión alterada de lo que sucedió. Que nos habíamos encontrado con el joven al salir de la iglesia y nos ofreció traernos en su carruaje y que su padre estaba enfermo.

En cuanto mi padre escucho esto, se alarmó.

-Querida. Es preciso que mañana vayamos de visita a la Casona Bradbury. –Me dijo y sinmás, me hizo salir del estudio y cerró la puerta. Se quedó allí toda la noche.

Rosita me sirvió la comida y me fui a la cama, pronto me quedé dormida.

A la mañana siguiente, bajé a desayunar como de costumbre. Mi padre tenía un mal aspecto, se veía que no había dormido en toda la noche por las terribles ojeras que presentaba.

-¿Papa? ¿Te encuentras bien? –puse mi mano sobre su hombro.

-No lo sé querida. No he parado de pensar. En cuanto tomes tu desayuno, nos apresuraremos a visitar a los señores Bradbury. Ve a vestirte y pídele a Rosita que le avise a Jaime que prepare nuestro carruaje. Por favor no tardes, me arreglaré lo antes posible. –Se terminó la taza de café y se levantó de la mesa apurado sin siquiera probar los huevos y el pan del desayuno.

Hice lo que me pidió. Aunque me parecía extraña su actitud y no lograba comprender lo que ocurría, me sentía emocionada de ver a mi Roderic de nuevo. Le coquetearía discretamente, tal vez tendríamos un momento para darle un beso mientras nuestros padres discutían sus asuntos. La imagen de Roderic con gesto de preocupación al despedirnos me rondaba la cabeza.

Me puse un vestido de flores rosa y encaje con un sombrerito y pronto salimos. Subimos al carruaje y Rosita me dijo adiós desde la puerta. Mi padre tenía su sombrero de copa y su traje negro como de costumbre. A través de sus anteojos notaba una mirada triste. Fue un viaje corto. Ambos permanecimos en silencio.

-Llegamos. Linda, te presentaré a los padres de Sir Roderic. –Me indicó mi padre antes de bajar del carruaje.

La casona Bradbury era el doble de la nuestra, debió tener unos 5 patios y montones de habitaciones. Alcanzaba a ver dos balcones y enormes jardines.

Friedrich nos dio la bienvenida y nos hizo seguir a una habitación donde una Señora hermosa y elegante se encontraba tomando el té.

-Madame. Tiene invitados. El Señor Abiega y su hija. –Friedrich hizo una venia y nos dejó en la habitación.

-Por favor tomen asiento. Es un placer conocerlos. Soy la Señora Bradbury, creo que ya conocieron a mi hijo. -Roderic salió de la parte trasera de la habitación. Mi corazón empezó a palpitar rápido. Me sentía feliz de verlo. Sin embargo, él se mostró indiferente, aunque amable. Veía sus ojos un poco apagados. Algo malo estaba ocurriendo. Mi padre sostuvo una charla con la Señora Bradbury y salieron de la habitación. Roderic y yo, nos quedamos a solas.

-Tenía muchas ganas de verte… -le dije acercándome.

-Yo también, pero… -Giró su cabeza en otra dirección y bajó su mirada con nostalgia.

-¿Qué ocurre? ¿Tu padre estará bien? –me moví un poco para tratar de encontrar sus ojos. De pronto, se puso las manos sobre la cabeza y unas pequeñas gotas empezaron a rodar por sus mejillas.

Entonces supe lo que ocurría, su padre iba a morir. Lo abracé para tratar de consolarlo y él se aferró a mi cintura.

En cuanto paró de llorar lo hice sentarse en una silla inglesa. Aquella habitación era como un recibidor, tenía muebles europeos y pinturas de paisajes franceses de Paul Signac.

En una pequeña mesa había una tetera, una jarra de agua, terrones de azúcar y galletitas.

Le serví un poco de agua y me senté a su lado junto a un ventanal enorme.

Luego de unos instantes me dejó una pequeña sonrisa, dejó la taza sobre una mesa con una lámpara y besó mis labios.

-Lamento haberme mostrado tan distante. Mi vida va cambiar un poco ahora. Mi padre… -Hizo un momento de silencio, como si las palabras se le hubieran quedado atascadas. Puse mi dedo en su boca y le dije. –Está bien. Lo comprendo. Yo estaré contigo. No tienes que decir nada. Nos besamos apasionadamente y nos olvidamos del lugar donde nos encontrábamos.

La Señora Bradbury y mi padre entraron inesperadamente.

-¡Marian! –gritó alarmado mi padre.

Nos levantamos de golpe. Ambos nos miraban con sorpresa y duda.

-Lo lamento. Fue mi culpa. He estado pretendiendo a la señorita Marian y ella intentó consolarme. Yo me aproveché de la situación. –Roderic se dirigió a mi padre mientras permanecía de pie junto a mí. Yo permanecí con la mirada baja apretando mis manos con los brazos estirados.

-¡Roderic! –dijo alarmada su madre. –Por favor disculpe los malos modales de mi hijo, este asunto con su padre lo ha de tener muy nervioso. –Se dirigió a mi padre. Sin embargo, él estaba absorto en mí. No pronunció palabra alguna.

-¿Padre, Señora Bradbury? Mi comportamiento es reprochable, espero puedan perdonarme. –Incliné la cabeza con vergüenza. Ambos permanecieron en silencio. Mi padre no me quitaba su mirada, la Señora Bradbury lo miraba nerviosamente.

-No te preocupes linda, seguro podremos tratar de este asunto más adelante con tranquilidad. ¿Por qué no tomas un poco de aire? –me dijo ella posando su mano sobre la mía.

-Estoy de acuerdo. Qué ambos deberían tomar un poco de aire. –Añadió mi padre frunciendo el ceño.

La Señora Bradbury tocó una campanilla y al instante apareció Friedrich. –Por favor cuida que mi hijo y esta bella jovencita tomen un poco de aire en el jardín principal mientras manejo unos asuntos con el Señor Abiega.

-Por supuesto madame. –Friedrich nos sostuvo la puerta y nos dirigió por un corredor amplio lleno de elementos de guerra.

Me sentía avergonzada, como una niña traviesa que necesitaba supervisión.

-¿Te encuentras bien? –murmuró Roderic.

-¡Me siento tan apenada! ¡Es humillante! ¿Viste los ojos de mi padre? Estaba tan aterrado que ni siquiera pudo decirme nada. –Me puse la mano en la frente.

-Adelante. –Dijo Friedrich abriendo la puerta.

-No te preocupes, al menos ya saben lo atraídos que nos sentimos. No les será extraño que intente buscarte. –Tomó mi mano y caminamos juntos por un jardín hermoso. Estaba lleno de begonias de invierno, pensamientos, prímulas y azaleas. Con cerezos, manzanos y nogales. En el centro había un pequeño lago que resplandecía como si fuera de plata con patos.

-¡Es hermoso! –le dije contemplando el lugar extasiada.

-No tanto como tú. –Me tomó de las manos y las besó.

-¡Ujum! –carraspeó Friedrich. Ambos nos distanciamos un poco y nos miramos sonrojados.

-Ven. Quiero mostrarte algo. –Me tomó de la mano y me llevó hacia un nogal, al otro lado del lago. Se perdió por un momento detrás de los árboles.

-¿Amor? –lo llamé sin pensarlo. -¡Eh! mmm ¿Roderic? –lo llamé nuevamente metiéndome entre los árboles. Friedrich me miraba fijamente desde la orilla del lago.

De pronto una mano tomó mi cintura y me llevó rápidamente detrás de uno de los árboles.

-Señora Bradbury. ¿Cómo acaba de llamarme? –Roderic me puso contra un tronco grueso y se poyó con una mano sobre mi cabeza. Con la otra levantó mi mentón.

Me sonrojé y desvié la mirada tratando de salirme de allí. Me obstruyó el paso con una de sus piernas.

-Aaa… yo… se me escapó. –Le dije con una risa nerviosa.

-Amor, amor, mi amor. No dejes de llamarme así. –Me dijo con voz de mandato y me besó.

-¡Señor! No olvide las órdenes de su madre o me veré en la penosa obligación de contarle cuanto he visto y escuchado. –Apareció repentinamente Friedrich mientras posaba su mano en el hombro de mi Roderic.

-Tienes razón Friedrich, debo controlar mis impulsos. Me disculpo señorita Marian por mi atrevimiento. Caminemos tranquilamente. –Extendió su mano para continuar la “caminata refrescante”.

-Disculpe usted Sir Roderic. Gracias por su gentileza. –Miré a Friedrich y puse mi mano sobre la de Roderic accediendo a su invitación. Tomé aire profundo y me abaniqué con la mano que aún tenía libre.

Caminamos en silencio alrededor de la laguna. Roderic se sentó en una banca frente al lago mientras yo veía las flores. Había un apartado de pensamientos. Tomé uno. Me acerqué a Roderic y le dije: -dame tu mano. -Él accedió, la giré para que su palma quedara hacia arriba y puse la flor en ella. –Ponla dentro de un libro y consérvala, para que me recuerdes.

Él se quedó mirándome fijamente. –Lo haré. La guardó en el bolsillo de su camisa.

-Nunca nadie me había regalado una flor. Gracias. –Me miró con dulzura y se levantó para murmurarme cerca del oído –mi amor. Prometo recordarte cada segundo de mi vida. –Me dio un beso en la mejilla.

Nos quedamos un largo rato allí en el jardín contemplando las flores, los patos. Me contó que cuando era pequeño Friedrich le dio un pato bebé y se volvió su mascota. Cada día lo visitaba en el lago de su casa en Londres. Me dijo que su casa era un poco más grande que esa. Lo único que extrañaba de allá era a su abuela, pero ella había muerto cuando él tenía 10 años. Entonces se quedó mirando al vacío y dijo: -ha pasado bastante tiempo, entremos para ver si todo está en orden. ¿Te parece?- Friedrich nos acompañó hasta a la habitación donde habían quedado nuestros padres.

La Señora Bradbury estaba llorando desconsolada. Un médico estaba de pie junto a ella y dos criadas estaban brindándole agua y un pañuelo. Mi padre estaba sentado frente a la ventana con las dos manos puestas en la cabeza.

Roderic corrió a abrazar a su madre. -¡Mamá! ¿Mi padre? ¿Qué pasó? Por favor dime algo.–Su madre no podía contener las lágrimas ni pronunciar palabra alguna. Se levantó, miró al médico y abrió una puerta detrás de ella. Entró agitado, yo corrí tras él. Su padre estaba acostado en la cama con los ojos cerrados. Había muerto. 

Roderic tomó su mano y empezó a llorar sentado a su lado. Era una escena muy triste. Me paré junto a la puerta. Luego de unos instantes, me acerqué a él lentamente. Lo abracé mientras lloraba y buscaba refugio en mis brazos. Logré sacarlo de allí.

Su madre estaba destrozada. Me acerqué a ella y posé mi mano sobre la suya, la cual sostenía un pañuelo. La miré con compasión y le dije: -lamento mucho su pérdida. Sé lo doloroso que es perder un ser querido. –Ella me sonrió y me dijo: -gracias linda. Por favor cuida de mi Roderic. Le hará bien estar contigo.

Roderic estaba sentado en uno de los brazos de la silla donde su madre se encontraba dándole consuelo. Me miró sonriente con lágrimas en sus ojos.

-Lo cuidaré con todo mi amor. –Le respondí y besé una mano de Roderic.

-¿La amas? –le preguntó su madre.

-Estoy locamente enamorado de ella. Creo que ella es la mujer de mi vida. –Le respondió mirándome.

-Entonces creo que debes hablar con su padre antes para obtener su aprobación. Además debemos leer el testamento de tu padre y el Señor Abiega debe estar allí, fue su última petición antes de morir.

-¿Ellos se conocían desde antes? –interrumpí sorprendida.

-Así es querida, tu padre y mi esposo fueron amigos desde que eran jóvenes. Estudiaron juntos en la Universidad Claude Benard en Lyon, Francia. Hace muchos años, incluso antes de que se casara conmigo. Supe que se encontraron hace unos meses y empezaron a trabajar juntos. Siempre oí de él porque mi querido esposo siempre lo nombraba. Hoy es el primer día que tengo el honor de conocerlo. Deberías ir con él. Se ve muy acongojado, sé que se tenían mucho cariño.

Asentí con la cabeza y me levanté para acercarme a mi padre. Se veía muy triste.

Sus ojos estaban fijos un vaso de cristal. –Todos estos años viví en el recuerdo del mejor amigo que he tenido. Y luego de reencontrarnos llego a su despedida. –Tomó un sorbo de agua y me pidió que me sentara a su lado. Me senté y por unos minutos permaneció en silencio. Me miró y se sonrió. –Cuando te veo recuerdo a tu madre. ¿Crees que soy un mal padre?  -me preguntó expectante.

-No. Aunque a veces quisiera que pidieras mi opinión… -le dije bajando la voz.

-¿Escucharte? Tu madre me pedía lo mismo. Creo que no he cambiado ese punto. Pero Marian, ¿cómo sabrías qué hacer si apenas tienes 17 años?

-Mi madre tenía 17 cuando se casó contigo. –lo miré fijamente.

-Eran otros tiempos. Estábamos enamorados. Tú no sabes lo difícil que es el matrimonio.
Otros padre obligan a sus hijas a casarse y yo te ofrezco educación, una vida más plena donde tú –lo interrumpí abruptamente. –Donde yo pueda quedarme a tu lado siempre, ser siempre una solterona. Y perderme la oportunidad de ser parte de la vida, de tener mis propios hijos y encontrar al amor de mi vida.

-Señor Abiega, por favor disculpe mi interrupción. El abogado de la familia está presente,  en dos días lo citará para leer el testamento del Señor Bradbury.  ¿Quisiera hablar con él?- era Friedrich de pie frente a nosotros.

-¿Yo? ¿Por qué debería estar presente? –mi padre se quedó sorprendido. Friedrich permaneció con su cabeza abajo. –Gracias Friedrich, me acercaré a hablar con él. –Friedrich le indicó hacia donde debía dirigirse. Roderic se acercó y se sentó a mi lado.

-¿Tienes preguntas? –me originó de repente.

-Siempre tengo preguntas. Hay mucho que desconozco y que observo que sucede sin ser parte de ello. –miré fijamente al suelo.

-Mi padre tenía muchos negocios con tu padre. Por eso tu padre debe estar presente en la lectura del testamento. –Me dijo suavemente. Mis ojos se posaron sobre él, desbordaban de amor al verlo.

-No te dejaré solo. –Mi padre volvió y Roderic se levantó rápidamente.

-Señor… -mi padre lo interrumpió. –Lamento mucho la pérdida de tu padre. Era un gran amigo para mí.

-Gracias Señor. Él lo tenía en profundo aprecio. –Respondió Roderic dándole la mano.

-En otra oportunidad podremos conversar con más tranquilidad, espero que en unos días, cuando esto haya pasado y te sientas mejor, me visites y tomemos una taza de té. –Mi padre aún le sostenía la mano.

-Quisiera hablar con usted Señor Abiega con respecto a su hija. –Le dijo abruptamente. Mi padre abrió un poco los ojos.

-Eres un joven ambicioso. Cuéntame. Estoy ansioso por escucharte. Sentémonos aquí. –Ambos se sentaron frente a mí. La señora Bradbury se acercó y se sentó junto a mí. Mi padre la miró con sorpresa.

-Escuchamos lo que tengas que decir hijo. –Dijo ella mirándola con serenidad. Mi padre se quedó atento.

-Bueno, yo, estoy enamorado de la Señorita Marian. Siento en mi corazón que es la mujer de mi vida. Ella tiene 17 años, tiene la edad promedio para casarse, yo puedo ofrecerle todas las comodidades que ella necesite. Quisiera hacerla mi prometido con su permiso Señor Abiega. Mi padre en los últimos meses deseaba unir nuestras familias y, desde que conocí a la Señorita ayer, también es mi deseo.

-¿Marian? Quisiera conocer tu respuesta. –Mi padre se veía un poco agobiado.

-Papá, yo sé que se ve muy prematuro pero, siento que lo amo. Quiero pasar mi vida a su lado. –Podía notar los ojos tristes de mi padre.

-Señor. Marian permanecerá a su lado. Sé lo mucho que ama a su hija y que es su única familia. No le separaré de su vida. La haré feliz me lo he prometido a mí mismo.
Mi padre miró consternado a la madre de Roderic. Ella me miraba afablemente.

-Eres una joven encantadora. Sé que cuidarás bien a mi hijo. –Miró a mi padre y le dijo: -¿Recuerda cuando se enamoró Señor Abiega?

-Eran otros tiempos –respondió toscamente tratando de evitar el tema.

-¿Cómo eran? –insistió ella. Mi padre se levantó y caminó hacia la ventana.

-Lo lamento. Creo que todos estamos consternados con la pérdida de hoy.
Friedrich se acercó y haciendo una venia se dirigió a la madre de Roderic. -Disculpe madame. El fotógrafo está preparando el cuerpo del Señor Bradbury para la foto post mortem. Quiere hacerle algunas preguntas.

-Por supuesto. –La madre de Roderic se levantó inmediatamente y caminó al otro lado de la habitación. Entró con un señor bastante mayor a la habitación donde el cuerpo del Señor Bradbury se hallaba.

Todos permanecimos en silencio. Mi padre no se movió de la ventana. Los minutos se sentían pesados e incómodos. Ninguno nos atrevíamos a movernos para ocultar el nerviosismo del momento.

Pronto 3 criadas empezaron a alistar la habitación en la que nos encontrábamos.

-¿Lo harán parecer vivo? –preguntó mi padre a una de ellas. La joven se inclinó hacia él.

-Al parecer así es Señor Abiega. Si gusta pueden estar más cómodos en la sala de té. –Friedrich nos indicó el camino y permanecimos allí hasta que los preparativos estuvieron listos.

Esta sala era más española. Había abanicos y tenía un papel tapiz de rosas, algunos cuadros de Aureliano de Beruete y Antonio Muñoz Degrain. Los muebles eran muy al estilo Isabelino. La decoración siempre era muy moderna y fresca.

-Se ve la sutileza y sobriedad de tu madre en cada rincón de la casa. –Me dirigí hacia Roderic mientras sostenía una taza de té.

Él me sonrió. –Efectivamente, mi madre siempre está al tanto de cada detalle. No le gusta quedarse atrás con la modernidad de nuestra época.

-La  Señora Bradbury es toda una dama. –Agregó mi padre. La tensión parecía haberse suavizado un poco.

-Pueden pasar a la sala de las habitaciones de los Señores Bradbury. Los preparativos están listos para el retrato. –Nos avisó Friedrich. Nos levantamos y dejamos la vajilla en la mesa.

La habitación estaba preparada como un recibidor. Los muebles habían sido dispuestos para una reunión familiar. El cuerpo del Señor Bradbury había sido ubicado en el centro y lucía un traje nuevo con su sombrero de copa y su monóculo.

La Señora Bradbury se encontraba sentada junto a él, al otro extremo se hizo mi Roderic. Friedrich se mantuvo de pie junto a ellos, y mi padre y yo al otro lado un poco más cerca. Roderic sostuvo mi mano. Mi padre solo miró en silencio.

Tuvimos que permanecer muy quietos. Nunca había  posado para uno de estos retratos.
Era realmente una tendencia novedosa inglesa. En Bogotá sabía que algunos ya la estaban implementando. Me hubiera gustado tener un retrato así de mi madre. De su partida no tengo ningún recuerdo.

Habiendo culminado el retrato se llevaron el cuerpo del Señor Bradbury para ser velado en la sala principal.

La Señora Bradbury fue a vestirse para guardar el luto de su esposo.

Jaime nos estaba esperando. Mi padre y yo volvimos a casa.

Eran las 12 del día. Rosita nos estaba esperando con el almuerzo.

-Rosita, nos acompañarás al velorio del Señor Bradbury. –Le indicó mi padre mientras Rosita le servía un tinto luego de haber comido.

Rosita afirmó con la cabeza y me miró asombrada. No esperaba esa noticia.

-Con su permiso, iré a cambiarme. –Rosita se dirigió a su habitación.

Me puse un vestido con encaje negro y guantes. Un recogido en mi cabello con sombrerito y malla negros.

En el velorio traté de estar lo más cerca posible a Roderic, aunque manteníamos la distancia un poco. Mi padre y yo acompañamos a la madre de Roderic en todo momento.
El funeral duró 3 días y fue celebrado ampliamente en la ciudad por el arzobispo Fernando Caicedo y Flórez. Una despedida memorable en la Catedral de Bogotá.

Fue enterrado el 27 de Mayo de 1850 en el Cementerio Universal de Bogotá.

Pasaron dos días después de lo ocurrido cuando mi padre fue solo a reunirse con la familia Bradbury para asistir a la lectura del testamento.

Mi padre no me permitió ir, me dijo: -no es propio que me acompañes, trataremos asuntos delicados de los bienes y proyectos del Señor Bradbury. No podrás salir. Estarás en casa y Rosita cuidará de ti. –Salió con Jaime muy temprano en la mañana.

Pasé todo el día en la Biblioteca contemplando los retratos de mi madre y de mí cuando era pequeña.

Mi padre lucía radiante y sonriente. Luego de la muerte de mi madre siempre lucía ojos cándidos y aspecto triste.

Sabía que se sentía solo. Sabía que no aceptaría fácilmente mi matrimonio con Roderic.

Si tan solo supiera que nunca dejaría de cuidarle, que mi derecho a tener mi propia familia no debía ser interrumpido por su deseo de tenerme a su lado.

Algún día lo entendería, eso quería pensar.

Entrada la noche llegó a casa. Salí a toda prisa a recibirlo.

-Papá, me tenías preocupada. –Le di un abrazo de bienvenida.

-Entremos. Tengo algo que platicarte. –Me dijo con una leve sonrisa que me dejó bastante inquieta. Mi corazón daba tumbos, sentía un peligro cerca. No me precipité. ¿Y si era con respecto a nuestro matrimonio con Roderic? A lo mejor había pensado las cosas y aceptaría nuestra relación. Respiré profundo y me senté junto a él en la sala.

-Querida. El Señor Bradbury me dejó a cargo de varios de sus proyectos en Londres. Roderic estará liderando la investigación y yo viajaré con él para establecer todo. –Hizo una pausa, me cogí los dedos con nerviosismo. Lo miraba expectante.

-Será al menos por tres años. Tú te quedarás aquí para empezar tus estudios, Rosita cuidará de ti. –Sentí que mi sueño se venía abajo.

-¿Tres años? ¿Pero papá? yo… -Mi padre me interrumpió con brusquedad.

-No hay nada que discutir. Ya lo sabes. Estaré en mi despacho trabajando en los preparativos para mi viaje. Será en una semana. –Se levantó y se fue al estudio.

Me quedé destrozada, las lágrimas rodearon mi rostro, sentía que mi cuerpo se rompía por dentro. En cuanto tuve el aliento, subí corriendo a mi habitación.

Me tumbé en la cama y lloré toda la noche. A la mañana siguiente Rosita llamó a mi puerta.

-Mi niña. Ya es muy tarde, le traigo su desayuno. –Abrí la puerta y ella se sentó a mi lado.
Puso su mano en mi rostro. –Todo estará bien. Ya lo verá. –Me miró compasiva y sonriente. No respondí.

Salió de mi habitación y me metí en la cama.

No sé cuánto transcurrió. Rosita entraba y salía de mi habitación a traerme alimentos y llevárselos intactos sin que yo probara bocado alguno. Estaba todo oscuro y Rosita me estaba dando agua cuando entró mi padre.

-Tienes que comer. –Lo escuché junto a la puerta y salió.

Los días pasaron. Mi padre se fue de viaje. Entré a la universidad y empecé mis estudios.

Mi mirada estaba apagada, parecía una momia viviente. Entraba y salía de casa a la universidad y me encerraba en mi habitación. No pronunciaba palabra alguna. Recibía cartas y cartas de mi padre. Ninguna la respondía.

Un día, me encontraba en el estudio haciendo mis deberes de la Universidad cuando entró Rosita.

-¡Mi niña! ¡Mi niña! Mire esto. –Rosita llevaba un paquete de cartas en la mano. La miré sin inmutarme.

-¿Mas cartas de mi padre? –le dije, volviendo mis ojos a los libros.

-No son de él. –Afirmó mientras ponía el paquete en el escritorio junto a los libros que estaba leyendo. Lo miré de reojo. Dejé la pluma a un lado y lo tomé en mis manos.

-La dejaré a solas. –Rosita cerró la puerta y salió.

¡Eran de Roderic! Cuánto tiempo ha pasado desde el último día en que le vi. A penas si fue ayer cuando tenía 17 y mi vida brillaba con un futuro prometedor.

Los recuerdos llegaron a mí mientras las lágrimas brotaban de mis ojos como un manantial.

Las cartas estaban escritas desde junio de 1850. Habían pasado 3 años.
Abrí la primera.
 

“Julio 10 de 1850, Londres
 
Mi amor,

Pienso en ti cada minuto de mi vida. Me encuentro liderando una importante investigación que había iniciado mi padre del reino animal y vegetal junto al Señor Abiega, tu padre.

Te escribiré para que no me olvides, tú estarás siempre en mi pensamiento. Inicia tus estudios, aprovecha la oportunidad que tienes. Las mujeres hasta ahora no podían estudiar, tu futuro va a estar lleno de estrellas y el conocimiento que obtengas te ayudará a educar mejor a nuestros hijos.

Sé que tu padre aún no acepta nuestro matrimonio, pero te prometo que cada día que pase con él derrumbaré el muro y me volveré más cercano para que nos dé su bendición cuando vuelva. Mi madre nos apoya y el dinero que ganaré será destino a nuestra casa donde viviremos felices.

Piensa en mí cada día que pronto estaré contigo.

Con amor.

Roderic.”
 

Las lágrimas brotaban sin esfuerzo. Pasé toda la tarde leyendo las cartas de mi amado. Los pétalos en mi interior volvieron a danzar y mi cuerpo volvió a encender colores vivos.
Una tras otra leí. Agosto de 1850, Septiembre de 1850, Noviembre, Diciembre...
 

“Felices fiestas mi amor. Estoy en mi despacho, no puedo celebrar sin tenerte cerca. Sigo trabajando sin descanso, encontramos una especie rara que no pertenece al Reino animal ni vegetal. Tu padre dice que no respondes sus cartas. Me pregunto si recibirás las mías.

Te amo. Frente a las velas vi mi sueño cumplido, tú a mi lado con dos pequeños. Sé que lo lograremos. Aunque no recibo respuesta a mis cartas, te seguiré escribiendo.

Con amor,

Roderic.”
 

1851 desde Alemania y Francia.
 

Marzo de 1852, Escocia
 
Mi amor,

No he recibido ninguna carta tuya, me imagino que la distancia y nuestros continuos viajes dificultan el envío.

Conocimos a un hombre importante “Tomas Hogg” para completar nuestra investigación.
Nos estamos acercando, hemos logrado muchos avances.  

No dejo de pensar en ti. Puedo ver tus ojos caramelo mirándome y sentir la suavidad de tus labios. Estoy loco por besarte, te necesito a mi lado.

Con amor,

Roderic.”   
 

Al leer cada carta besaba su nombre. ¡Era tan dulce y cariñoso!
Duré dos días leyendo todas las cartas, la última me llenó de esperanza.
 

“15 de Febrero de 1853, Leipzig
  
Mi amor,

Han pasado tres años y pronto regresaremos a casa.

Tuvimos una larga conversación con tu padre y él concluyó que era tiempo de unir nuestras familias. Estoy ansioso por verte, espero que tu amor por mí no se haya apagado.

Programamos nuestro viaje para los próximos días en el South American & General Steam Navigation Company, llegaremos por el Magdalena a Puerto Berrio.

Con amor,

Roderic.
 

Mi príncipe regresaría en pocas semanas. Me sentía emocionada.

 
18 de Marzo de 1853, Santafé de Bogotá, Casona Abiega.

-¡Mi niña! ¡Mi niña! –Rosita toca con impaciencia mi puerta. Son las 5:30 de la mañana. Me levanto de la cama y me pongo mi levantadora. Abro la puerta.

-¡Mi niña! Su padre acaba de llegar, está en la sala. Jaime está bajando el equipaje del carruaje.

Una emoción de júbilo me invade, bajo apresurada las escaleras.

Mi padre está esperando al terminar la escalera. Lo abrazo con efusividad. Mis lágrimas brotan.

-¡Papá! Bienvenido a casa. –Usa su pañuelo para secar mis lágrimas.

-Te extrañé mucho mi querida Marian. –Nos abrazamos por un instante.

-Papá. Perdóname por no haber leído ni respondido tus cartas. Es que… yo…-miro al vacío y mi padre me sonríe.

-No te preocupes, entiendo que estabas molesta conmigo. Ya tendremos tiempo de hablar, pero antes…-se movió un poco hacia la derecha y giró su cuerpo un poco. –Roderic, adelante. –Mi príncipe sale de una de las columnas de la sala. Siento alegría, sorpresa, dolor. Un estallido en el pecho y mi garganta. El llanto estalla con fuerza, se me entrecorta la respiración. Roderic me abraza con ímpetu. Lo aprieto contra mí con fuerza.

-Creí que no volvería a verte –le digo entre sollozos.

-Ya estoy aquí. Ya estaremos juntos. –Me dice al oído. Lo suelto y lo miro. Limpia mis lágrimas con su pañuelo. Respiro profundo. Mi padre nos indica que nos sentemos.
La tranquilidad vuelve poco a poco a mí. Las lágrimas se detienen. Mi padre se sienta frente a nosotros y Rosita trae un poco de té. Me ofrece un vaso con agua.

-Bebe un poco querida. –Me dice mi padre afablemente. Se ve sereno, no recuerdo haberlo visto así, tal vez, hace mucho.

Roderic me mira con su sonrisa fresca, como la primera vez que lo vi.

-Roderic y yo hemos compartido bastante juntos. Hemos podido hacernos cercanos. Al principio creí que la atracción que sentían era pasajera, pero estaba en un error. Él tiene sentimientos profundos y sinceros hacia ti, es un gran joven. –Lo mira con aprecio. –Y por tu expresión, veo que correspondes a sus sentimientos. –Dejo el vaso sobre la mesa y lo miro atenta. Paso las manos sobre mi cabello y tomo un poco de aire. Mi padre continúa. –Es por ello que aceptaré lo que decidas. Roderic, adelante.

Roderic se levanta de la silla y se arrodilla frente a mí. Toma mi mano. –Marian. Mi amor. ¿Quisieras ser mi esposa? –pone un anillo de oro con un rubí en mi dedo. Las lágrimas vuelven a apoderarse de mí. Solo puedo afirmar con mi cabeza. Beso su frente y lo abrazo por un breve instante.

Roderic besa mis labios. La risa se apodera de mí. Me siento dichosa. Nos levantamos tomados de la mano y me acerco a mi padre quien me recibe con una sonrisa radiante. Lo abrazo.

-El desayuno está servido. –Nos anuncia Rosita. Todos pasamos alegres a la mesa.

Tengo mucho que planear ahora, una boda requiere bastantes preparativos, pero ahora estoy segura que mi futuro estará completo. Sé que mi madre estaría orgullosa y feliz de que mi padre pueda ahora querer a sus nietos tanto como me ha querido a mí.
 

 
 
 
CaroAV
(Carolina Aguilar Vélez) 
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Foto del autor Carolina Aguilar Vélez
Textos Publicados: 87
Miembro desde: Mar 21, 2013
12 Comentarios 1603 Lecturas Favorito 2 veces
Descripción

Mini novela protegida por Derechos de Autor. Sin editar. (Foto Casa Quinta del Sr. Nicolás Guerrero, en la Av de la Paz o Cra 13 de Chapinero - 192s Libro: La Revista Chapinero 1927-29)

Palabras Clave: Amor jóven

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasía


Creditos: Carolina Aguilar Vélez

Derechos de Autor: 1-2013-40906

Enlace: www.derechodeautor.gov.co


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DEMOCLES...(Mago de Oz)

LA ESTOY LEYENDO.....PARA QUE SEPAS QUE ESTOY AQUI....UN ABRAZO...
Responder
July 02, 2013
 

Carolina Aguilar Vlez

=) Tan bello. Gracias por tu presencia.
Un abrazo!
Responder
July 03, 2013

Gustavo Adolfo Vaca Narvaja

Un cuento que promete, la imàgen inicial, la palabra del padre, el recuerdo de la madre, el muchacho que deslumbra la jovencita, las historias de hadas y prìncipes de la niñez, la nota que da la cita anhelada, el beso soñado,la complicidad de Rosita, el coqueteo, el poeta y la canciòn apresurado, la cita, el beso finalmente que se interrumpe con el reloj y la complicidad de seguir en una historia pulcra, transparente, lejana a esta època y ausente de la vicisitudes del mundo de hoy. Una historia juvenil, que confirma el momento en que se desarrolla 1850.
Felicitaciones Carolina
Responder
July 01, 2013
 

Carolina Aguilar Vlez

¡Gracias Gustavo! Me alegra mucho compartir contigo. Como lo prometí, ya está la historia completa, sin editar,por supuesto. Prefiero anexarla aquí mismo que ponerla en diferentes publicaciones.
Me llena de satisfacción que te haya gustado y me leas.
Te aprecio mucho.
Un abrazo grande!
Responder
July 01, 2013

Romani

Qué? es todo? y qué más pasa? QUÉ MÁS PASA??? jajajaja conforme iba leyendo me iba adentrando, es una historia adictiva, muy cursi para mi gusto pero es buena, demasiado. Me gustó mucho, creo que Roderic también logró enamorarme jajajajjajaj!!! que enternecedora futura novela, quiero leer completa (lo admito)
a pesar de estar muy ligada a los cuentos rosas, tiene un estilo diferente y suena a que la trama será interesante, varios datos nos revelas que hacen crear suposiciones. una protagonista muy extraña; infantil, soñadora y mujer a la vez. Un joven misterioso, un romance poco usual.
Si no es mucha molestia, responde mi duda, no logré descifrarlo: ¿qué año es? la época en que se desarrolla la historia, me desvié del camino.
Creo es el primer texto en prosa que te leo, al menos yo y lo siento distintos a tus versos anteriores, es una narrativa sencilla pero muy bella en cuestión de recursos escenas.
Continua, Amor de Mayo promete.
saludos Caro!!!
Responder
July 01, 2013
 

Carolina Aguilar Vlez

jejejeje, te cuento que ya casi terminó la historia. En pocos días subiré lo que falta. Qué gusto! De verdad me alegra que te guste jajajaja es que es encantador.
1850 es el tiempo en el que desarrollé la historia. La verdad aquí solo he publicado un cuento infantil "La extraña sensación azul" y este extracto. Pero a decir verdad, este es mi trabajo. jajajaja. Tengo varios escritos. Soy escritora de Literatura Infantil y Juvenil.
Totalmente prometido. jejejeje Abrazos Romani! Gracias por tu magnífico comentario y tu acompañamiento.
Abrazos!!!!
Responder
July 01, 2013

Romani

Ya está! ya le leí completa.
me agrado, los detalles de la época destacan mucho, la vida en cursi, la vida rosa.
Una novela muy coqueta, bonita, protagonistas frescos, enamorados, inocentes.
me gusta la delicadeza con que manejas las situaciones intimas de la pareja, pues a pesar de amarse, toman la pasión con calma, es algo que en particular me gustó; que los momentos de romance no cargan el erotismo pero son igual de romanticos, un recurso bien logrado.
Disfrute mucho la lectura, si percibía las escenas y el ambiente.
un buen trabajo Carolina, un buen texto
saludos!!
Responder
July 01, 2013

p0374 51u 430r

Seguramente ella me entendería. Sabría que un futuro prometedor no estaría completo sin el amor de un joven real, un joven de ojos brillantes, piel tersa y pelo ensortijado, un joven de carne y hueso. Estaba cansada de soñar con mi príncipe azul, aquél hidalgo que en su corcel llegaba a rescatarme de los laberintos del tiempo y con un beso iluminaba mi certeza y confianza para sobrellevar la vida. Aquél príncipe de papel de los cuentos que mi madre solía leerme cuando
MUY BUENO(y)
Responder
June 30, 2013
 

Carolina Aguilar Vlez

Gracias Thania! Me da mucho gusto que sea de tu agrado.
Bienvenida a Textale, veo que eres nueva por aquí.
Un abrazo!
Responder
July 01, 2013

DEMOCLES...(Mago de Oz)

La verdad siento que estamos ante un verdadero talento literario, se has ganado mi respeto como poetisa y ahora como escritora....esta buenisimo este texto .. atrapa....saludos.....veo que tu belleza va de la mano con la belleza de tus escritos.....un abrazo admirado.....
Responder
June 26, 2013
 

Carolina Aguilar Vlez

Me sonrojas realmente con tu admiración. Qué dulce y encantador. Gracias querido mago de letras.
Un abrazo de oso!
Responder
June 26, 2013

Richard Albacete

Vaya que eres una verdadera novelista Carolina. Me gustó mucho. Voy a esperar la otra tanda a ver si la categorizo de Best Seller ó algo mayor. Empleas muy bien el tiempo haciendo tus obras. Felicitaciones a la profesional de por aquí !! Abrazos grandes !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
( Me faltó espacio para colocar signos de interrogación: " Sea vuestra majestad a dispensarme el fallo ").
Responder
June 26, 2013
 

Carolina Aguilar Vlez

wow! qué bellas rosas le dejas a mis letras. Gracias querido Richard! Me llena de satisfacción que te guste, no está editada pero ya pondré la otra parte que aún no he terminado. jejejejeje aún estoy estudiando para sí volverme una profesional, siempre me dejas sonrisas joviales y alientas mi impulso a seguir escribiendo. Un abrazo grandote!!!
jajajaja
Responder
June 26, 2013

Carolina Aguilar Vlez

wow! qué bellas rosas le dejas a mis letras. Gracias querido Richard! Me llena de satisfacción que te guste, no está editada pero ya pondré la otra parte que aún no he terminado. jejejejeje aún estoy estudiando para sí volverme una profesional, siempre me dejas sonrisas joviales y alientas mi impulso a seguir escribiendo. Un abrazo grandote!!!
jajajajaja todo para un honorable gentleman.
Responder
June 26, 2013

silvana press

me gusta ,me gusta... a seguirla!
Cariños después de tanto tiempo.
Responder
June 25, 2013
 

Carolina Aguilar Vlez

Gracias Sil por tomarte el tiempo para leer tantas páginas. Un abrazo grande!
Responder
June 26, 2013
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