Sus castaños candados de pelaje suavemente caían hacia abajo como agua, apuntando en la dirección en la que ella miraba. Su vestido era de encajes de noche obscura sin estrellas, y su piel blanca, la luna misma llena. Sus ojos miel trazando líneas monótonas paralelas hacia sus rodillas. Era notable que algo la comía viva, y no podía disimular mucho. Todo esto fue por un segundo. Un segundo en lo que estaba sentada en una silla, con la escusa de tener sed, tomó un segundo para pensar en algo que parecía molestarla toda la noche. Sus amigas no notaron la tristeza en su voz, pues las dos estaban muy preocupadas por asegurarse que sus pasos de baile sincronizaran con las luces en la música. Ella nunca realmente fue buena bailando. Pero él pareció no tener ningún problema en intentar enseñarle, y aprovechar cada giro para abrazarla suavemente y soltarla lentamente con cada cambio de ritmo. Solo de pensar en eso, en ese baile, el baile que ella no podía completar en su mente, debido a falta de concentración y talento. ¿Y quién la culparía con los ojos faroleros de cavernas endiamantadas que tenía el muchacho mirándola tan fijamente? En un tiro, perdió el equilibrio y tropezó, solo para encontrar que él la había atrapado, y resumido la lección de baile como si nada. 
"Oye, ¿Te sientes bien?" Una mano acarició la rodilla que tanto miraba con divagancia la niña. Al mirar hacia arriba la niña se encontró con nada más y nada menos que él. 
"Eh, si, solo necesito algo de aire" Contesto ella entre tartamudeos vendados ciegamente. La mano dejo de acariciar la rodilla, y en el estómago de la niña las mariposas se amansaron un tiempo. La mano se ofreció a sí misma para levantar a la niña, y el niño le sonrió igual que en su particularidad.
"Jaja, gracias pero no creo que quiera bailar ahora.." La niña se sonrojó y con unos enmoldeados labios, su cerámica rosada mostró las expresiones de sus dientes.
"Jajaja no, es para ir a afuera, dijiste que necesitabas aire, ¿Te acompaño?" Ofreció cordial en desinterés dudoso. La niña aceptó y juntos fueron al exterior. En lo que caminaban, los rosados pétalos en sus manos tocaban un son de tambor contra su pierna impacientemente, casi igualando el nervioso ritmo monopolizado por su pecho.
Muchas cosas la han hecho reír antes, pues reflejan cual neblina la liviana positividad de la niña, y ella amaba sonreír. Pero él la hacia sonreír con inesperados comentarios, chistes e incluso miradas. Por un momento su sombra se proyectó encima de ella mientras morados astros bailaban con el talento que la niña soñaba en tener, y en ese instante, sus telas de araña color miel señalaron el suelo en miel derramada en el cemento engramado. 
La tristeza la cubrió con melancolía. Pues él no la amaba como debería. Estaban de nuevo sentados, pero esta vez un una banca afuera, allí, la mano continuó acariciando la rodilla con preocupación en lo que ella se consolaba con las bailarinas estrellas arriba de su castaña melena. 
"¿Qué pasó?" Le dijo él, voz con dudoso objetivo en su pronunciación. Ella se había quedado callada por unos largos segundos incómodos tan solo llenados por la música con la que las estrellas danzaban. 
"Tú... Tú vas de niña en niña, de beso en beso, de hola en adiós.." El miró algo avergonzado al suelo, sus intensiones ocultas por una cara de estatua de hierro. "¿Acaso es que no te cansas de lo mismo siempre?"
La suavidad de los vientos fríos fueron complementados por un abrazo por parte de sus labios a los de ella. Él quería cambiar. Sin embargo, disfrutaba ser como era. Y la quería a ella, pero no sabía si valía la pena cambiar quien era. No sabía que hacer. No sabía que iba a hacer. No sabía que pensaba ella, si lo amaba, si no, si tal vez. Un juego más enredado que el centro enmariposado de el nervioso estómago de la niña. No sabía que iba a pasar. Pero si sabia que no podía controlarse de hacer; Besarla. En los labios rosas bajos las estrellas bailarinas. Solo cerrar los ojos y... besarla.