• carmen garcia tirado
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Escribo lo que no me atrevo a expresar en voz alta. Sentimientos que, por únicos o por demasiado comunes, temo no interesen a nadie; esperanzas, sueños y anhelos que se empeñan en avanzar por un camino distinto del transitado por la mayoría, un camino de soledad y silencio.Escribo sobre ti.Sobre personas que han pasado por mi vida sin apenas detenerse en ella, sobre las que se han quedado un tiempo, y confiero la categoría de personajes a aquellas que, de un modo u otro, me han transformado, siempre a mejor.Escribo sobre la realidad.Situaciones que me atraviesan por injustas, situaciones que me conmueven, me desconciertan o inquietan.Escribo para no desaparecer.Porque me hace sentir diferente, para no desvanecerme entre la multitud.Escribo...tal vez, sólo escribo porque no sé comunicarme de un modo mejor.
Escribo
Autor: carmen garcia tirado  325 Lecturas
Si la insatisfacción es una constante en tu vida; si una especie de nostalgia, infelicidad o inquietud se adueña de ti de improviso, aunque no existan  motivos aparentes que justifiquen tales sensaciones o sentimientos; si no temes la soledad, sino que la buscas con cierta frecuencia; si te cuesta mantenerte en la realidad y tu imaginación se desborda sin que nada la estimule; si duermes de noche, pero sueñas de día; si eres poco práctico y la razón te abandona cansada de perder batallas a la intuición; si la perplejidad e incomprensión han sido la respuesta recibida al tratar de compartir estos síntomas con familiares, amigos y conocidos... ten cuidado, consulta al médico, yo no lo hice y ahora no puedo dejar de escribir.
Ten cuidado
Autor: carmen garcia tirado  313 Lecturas
Debería poner visillos en las ventanas, ya es tiempo, después de casi cuatro años viviendo en esta casa. También debería comprar una pequeña mesa donde colocar los libros a medio leer que amontono junto al sofá, en los peldaños de una pequeña escalera. No estaría de más poner una alfombra, sin duda, la habitación resultaría más acogedora. Podría enmarcar las láminas que guardo de La Alhambra y, con ellas, dar vida a las paredes de un pasillo interminable que divide la casa en dos partes bien definidas; en la que vivo y la que me sobra.Echo un vistazo a la mesa del comedor, nunca contó con un jarrón, ni ningún otro elemento decorativo. Alberga sueños, esperanzas y proyectos en un perfecto desorden de papeles, diccionarios, hojas  escritas y por escribir, y una planta que resiste al frío y a la ausencia de cuidados. Apago la luz. A pesar de lo avanzado de la noche la habitación no queda a oscuras. Un resplandor ilumina el camino hacia el sofá. Me siento, dispuesta a disfrutar del espectáculo. No puedo apartar los ojos de ella, de una luna inmensa que me devuelve la mirada por encima de la montaña.A esta casa le faltan muchas cosas, pero sólo son eso...cosas.
Cosas
Autor: carmen garcia tirado  456 Lecturas
Para variar, abriré la puerta a alguien que quiera estar conmigo.Para variar, desnudaré mi alma ante alguien que la abrigue si la ve muerta de frio.Para variar, llamaré a alguien que desee hablar conmigo.Para variar, miraré a los ojos de alguien que no pueda apartar los suyos de los míos.No creeré en nadie, en nadie...para variar, me repito.
Para variar
Autor: carmen garcia tirado  306 Lecturas
Eran las siete de la mañana. Mi hermana se retrasaba. Su coche solía aparecer al final de la calle a las siete y diez. Y aunque lo sabía, pues cada domingo era así, yo seguía acudiendo a las siete en punto a la parada del autobús; hiciera frío o calor, de noche o como en esta mañana de junio, a plena luz del día.Me impresionaba, en invierno, ver la luna en cualquiera de sus fases, sobre todo, cuando quedaba reducida a una mínima expresión. En días como el de hoy lo que me atraía era ver como el sol se esforzaba en superar la montaña que guardaba el pueblo.Miré el reloj, las siete y dos minutos. El autobús llegaba puntual. Se detuvo en la parada, del otro lado de la calle. En invierno, raras veces se detenía, pero con la llegada del buen tiempo, siempre había alguien provisto de una sombrilla y una colorida bolsa de lona dispuesto a pasar un día en la playa. Ver el cielo, amanecer, un autobús que se dirigía a la playa... que lejos quedaba el aire viciado que se respiraba en el interior del metro, la multitud apresurada y el tráfico con los que convivía, apenas un año antes, de camino al trabajo.Sonreí levemente. Era imposible que desde el kiosco de prensa, donde ya comenzaba a acudir gente, advirtieran mi intempestiva sonrisa. El interés que los forasteros despertaban entre los habitantes del pueblo, era una de las situaciones que más me incomodaba, junto con no disponer de transporte los domingos y festivos para ir a trabajar.La parte delantera del coche de mi hermana apareció en la esquina donde se encontraba la sucursal del banco. Reconocí su prudencia al incorporarse a la calle principal. Más o menos a esa altura de la calle debía de vivir él. De esa dirección le veía llegar cada sábado para situarse junto a mí en la parada del autobús. Tardé semanas en darme cuenta de que su interés por mí poco tenía que ver con la curiosidad que tanto me irritaba en los demás, y que su seriedad sólo era una manifestación de una timidez más aguda que la mía.El día anterior había aparecido con un libro bajo el brazo. La tentación era demasiado grande e incliné la cabeza para leer el titulo. Él se dio cuenta y lo puso en posición horizontal para que yo pudiera leerlo. Sonreímos y poco más. Subimos al autobús y nos sentamos, como siempre, separados, aunque más cerca de lo habitual.El camión de la basura mantenía retenidos a tres coches, entre ellos, el de mi hermana; eran las siete y cinco.Que un libro hubiera facilitado un acercamiento entre dos extraños no me sorprendía; yo sabía del poder de los libros. No era la primera vez que hacían algo por mí y, sin embargo, yo los había abandonado. Eran una de las pocas pertenencias que había traído conmigo un año antes cuando pensé que cualquier lugar serviría para llevar la vida normal y sensata a la que finalmente había sucumbido. En mi casa semivacía, los libros ocupaban un lugar destacado, pero no me acercaba a ellos. Fue una decisión radical y necesaria que tomé coincidiendo con mi llegada al pueblo. La vida era infinitamente más aburrida y limitada que antes, cuando detrás de cada detalle, gesto o conversación se ocultaba una historia, también menos dolorosa; puesto que no esperaba nada del futuro, la decepción había desaparecido de mi horizonte.Aquellos seis días, hasta el próximo sábado, cuando aquel desconocido se situara junto a mí en la parada del autobús, iban a ser los más difíciles desde que me había propuesto ceñirme a la realidad sencilla que había elegido. Mi imaginación se disparaba a pesar de las severas restricciones que le imponía. Después de años de lectura compulsiva estaba nutrida de por vida. Nada de fantasía, nada de sueños, nada de esperanza, me recordé, mientras el coche de mi hermana se detenía delante de mí. Eran las siete y siete minutos de la mañana. Lloviznaba y me resguardé bajo la marquesina. A los pocos minutos sentí pasos. El temido y deseado encuentro se iba a producir. Cerró el paraguas y se situó delante de mí obligándome a centrar en él mi mirada, intencionadamente perdida. Pasaron varios segundos antes de que cambiara su formal "Buenos días" por un "Hola" al que respondí en el mismo tono informal de él. Se llevó la mano a la cazadora. A pesar de lo oscuro que había amanecido el día pude ver que era un libro lo que sacaba de un bolsillo interior.¡No lo podía creer! Él sonrió y me lo ofreció.- ¿Me lo dedicas?Cogí el libro, idéntico al que había al fondo de una estantería en mi casa. Pasé la mano por la portada que el editor eligió en solitario y sequé una gota de lluvia.Levanté la vista y me atreví a mirarle fijamente.-Cuando te conozca mejor. Ahora escribiría algo por compromiso.Esa noche, incapaz de dormir, agradecida y avergonzada a un tiempo, me levanté de la cama y fui a las estanterías donde me esperaban mis libros. Me llevó tiempo encontrar el libro que buscaba. Trataba sobre coincidencias sorprendentes y misteriosas para las que no se encontraba una respuesta lógica. ¿Azar? o ¿Había algo más?Acostada en la cama empecé a leer. Mientras releía los párrafos subrayados  recordé lo que significaba tener esperanza: sentir una fuerza que te empuja a perseverar en cualquier objetivo que quieras alcanzar, por improbable que parezca, con la seguridad de que lo conseguirás si lo persigues con todas tus fuerzas; comprobar como se multiplican tus capacidades, simplemente por creer en ellas, y confiar en si mismo, aún cuando no parezca haber motivos para ello.Esa noche me prometí, una y otra vez, no renunciar a mis sueños nunca más.
ESPERANZA
Autor: carmen garcia tirado  315 Lecturas
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