• Caranndor
carlos1320
escribo cuando las ideas revolotean en mi cabeza
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  • País: Chile
 
   Tan solo palabras     Es tu voz suave como brisa, Son tus dientes blancas perlas, Pues pasean por tu sonrisa, Son tus labios grandes olas Golpeando entre las rocas, Es tu aliento la brisa fresca del amanecer, Es tu pelo una blanca montaña Teñida de rubio por el sol, Son tus manos gotas de rocío Son tus pechos pétalos de rosa, Son tus uñas las espinas Aferradas a mi espalda, Son tus besos el silencio Es tu cuerpo mi alimento.
Tan solo palabras
Autor: Caranndor  429 Lecturas
              Día a Día     Eres halcón cayendo desde el cielo sobre mí, Robas mi aire, robas mi sol, robas mis palabras Destrozas mis manos, comes mis ojos, Soy un trozo de nieve en la montaña, Soy arena golpeada por las olas.   Eres mariposa posándose en mis manos, Eres hierba entre mis dedos Mas son tus palabras el trino de las aves Mas son tus ojos las estrellas en la noche Mas es tu sonrisa el alimento de mi vida
Día a Día
Autor: Caranndor  461 Lecturas
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    27 de abril, el día en que descubrí el valor de la ami$$tad                                        Esta historia se empezó a forjar hace ya muchos años en una tierra lejana y salvaje pero a la vez de una belleza conmovedora, en la cual las montañas están tan cerca del cielo como lo está el vuelo de las aves, en la tierra en cambio se puede sentir el aire fresco golpeando contra los rostros, mientras que entre las montañas y los bosques el aullido de los lobos era roto por el tronar de las armas rompiendo el silencioso amanecer, las cuales buscaban poner fin a la débil resistencia al general Francisco Franco. España se desangraba al igual que lo habían hecho la mayoría de las familias quienes habían perdido a mas de alguno de los suyos. En mi niñez pude ver como hermanos se enfrentaban entre sí, no porque quisieran, sino por el amor a la vida o el temor a la muerte, las familias, mi familia se deshacía como un puñado de arena entre las manos, algunos emigraron hacia tierras lejanas, otros en cambio enfrentaron sus destinos o mejor dicho la metralla. Pasaron algunos años, el horror de la guerra era un recuerdo, sin embargo el hambre y la pobreza que había dejado ésta, no se podía espantar, las pocas ovejas que tenía a mi cuidado, el único recuerdo de mi padre habían ido menguando bajo los feroces dientes de los lobos, era una tierra sin esperanza, fue entonces cuando a mis dieciséis llegó una carta de un tío que desde hacía algunos años había encontrado un nuevo hogar en una tierra desconocida para mí. Pude ver a mi madre estrujando la carta entre sus manos mientras que por sus mejillas rodaban algunas lágrimas. Era una carta de esperanza enviada desde una tierra lejana llamada Chile, fue entonces cuando mamá tomó un viejo zapato en el cual escondía algunas monedas, las puso en mi mano y se aferró a mi cuello llorando, había llegado mi hora de partir, aquella tarde tomé mis ropas y las puse en una vieja maleta de cartón. El viaje hasta Barcelona fue larguísimo, en ese lugar ya una tierra desconocida sentí la soledad embargándome, ¡ese! es el barco que va a América. Con mi maleta fui subiendo uno a uno los peldaños, hasta estar sobre la fría cubierta, casi sin darme cuenta y apoyado sobre la baranduela el puerto estaba quedando atrás, la noche se hizo inmensa casi tanto como mi soledad, las luces del puerto fueron desapareciendo lentamente ante mis ojos y las estrellas en el cielo se hacían mas brillantes. Un fue sino para el amanecer cuando descubrí el mar en toda su inmensidad, fueron veinte y algo días de viaje cuando el barco recaló en puerto desolador, hemos llegado a Chile escuché decir a algunas voces, entre mí al ver que no había mas verde que el de cuatro palmeras en toda la cuidad mientras que todo estaba rodeado de arena me estrujó el corazón, sin embargo a poco andar llegamos a Valparaíso ahí y con una pañuelo blanco agitándose en el aire estaba mi tío, corrí hacía él para abrazarnos, las lágrimas rodaron por los rostros de ambos. No se cuanto tiempo estuvimos abrazados entre sí, me hacía falta el recuerdo de rostros conocidos. Era el año cincuenta y algo fue entonces cuando descubrí que la tierra que me pareciera tan desolada se convirtió en una paraíso para mis ojos, los cerros estaban completamente verdes y una vez que llegamos a Santiago pude conocer cual sería mi nuevo hogar, me llevó a conocer a algunos familiares de los cuales yo pensaba que no existían, otras personas en cambio, también de mi tierra, de mi España natal habían huido de la guerra en un barco mal oliente llamado Winnipeg, los pude ver como una gran familia la cual se ayudaba entre si, en esta nueva tierra ya no existían las odiosidades que rodeaban a mi España, acá compartían franquistas y detractores, para mi algo anormal sin embargo los años y la distancia me enseñaron a apoyarnos entre sí a todos quienes veníamos de esa tierra quebrantada llamada España.  En ésta que es mía, pero no crean que lo digo con odio o desprecio, encontré el amor encontré un hogar, encontré una familia, encontré amigos, muy buenos amigos, la suerte me sonreía hasta la partida de mi hija, fue un veinte y siete de abril cuando partió dejándome, dejándonos una herida que nunca se podrá borrar, cuantos años tenía no importa cuantos años han pasado desde su partida tampoco importan, solamente importa su recuerdo, sus caricias en mi rostro, sus besos en mi mejilla los cuales nunca podré olvidar. El recuerdo de quienes habían sido llevados por la guerra me inundaban lentamente, sin embrago Dios me envió otro regalo el cual crecía lentamente en la panza de mi mujer y luego otro, luego la fortuna me empezó a sonreír y con mucho esfuerzo aunque con muy poco dinero logré junto a un socio instalar una pequeña ferretería, con mi esfuerzo y mi trabajo logré educar a mis hijos y tener un pasar aunque sin necesidades logré tener una normal, en la cual conocí grandes amigos y otros no tanto, cumplí grandes sueños entre los cuales recuerdo a mis hijos firmando su titulo profesional. Han pasado los años y ya a mis setenta por razones que no vale detallar mi fuente de trabajo fue cerrada, fue entonces cuando recurrí a uno de mis amigos quien me tendió la mano, sin embargo esta historia no la contaré yo, porque pueden pensar que siento rencor la contará uno de mis compañeros de trabajo. Era un día soleado cuando lentamente y con pasos polvorientos se acercaba hacia nosotros un hombre ya mayor, por no decir un viejo, de su mano derecha colgaba un bolso negro, de su mano izquierda un periódico, me detuve un momento para mirarlo, tenía una mirada profunda tan profunda como el verde de sus ojos, una voz muy suave aunque con un notorio acento español, mientras que su pelo dejaba ver algunas canas. Estiró su mano y me dijo soy…, su nombre no lo quiero decir porque a los amigos se guardan en el alma y no entre palabras, lo veía venir cada mañana, había ocasiones en las cuales con sus pies polvorientos iba dejando algunas huellas, aunque no trabajábamos juntos cada vez que había lugar intercambiábamos algunas palabras, yo escuchaba comentarios, ¡por Dios que es lento!, decían quienes se creían los mas trabajadores, sin embargo al menor descuido de algunos de los jefes se ocultaban en los pasillos y cada vez que venían los dueños de la empresa levantaban la voz para fingir que trabajaban o al menos daban órdenes, aquello me llenaba de ira, sin embargo mis palabras valen lo mismo que el silbido del viento entre los árboles, es por eso que yo decía para mí, si quienes hablan hicieran la mitad de lo que hace él en todo el día harían demasiado, cada vez que tenía oportunidad lo miraba, no dejaba ni un momento en todo el día de mover sus manos, aunque el peso de los años hacían que se viera trabajar lento aquello no era verdad. Aunque no lo crean fue también un veinte y siete de abril cuando con sus ojos llorosos me dijo me han violado, me han despedido, trabajo sólo hasta fin de mes. Fue como si un balde de agua helada recorriera mi cuerpo, me pregunté una y mil veces por la amistad que unía a mi patrón y mi compañero habían forjado   durante tantos años, me preguntaba cuanto valía el venir de la misma tierra que habían debido abandonar, me preguntaba cuanto valía el que fueran de la misma provincia, me preguntaba quien le dará trabajo a mi compañero a sus setenta y cuantos años, me pregunto, cuando se despedía de nosotros si las lagrimas que rodaban de sus ojos era por la pena de marcharse o por haber descubierto que la amistad no es tan importante como lo es el dinero, fue entonces como al igual como llegó se fue alejando con sus pasos polvorientos, polvo que hacia lo lejos se fue llevando el viento, mientras que sus lagrimas eran secadas con su arrugado pañuelo.                                                                         fin                                                
Sueños de Libertad Caranndor Hoy me desperté un poco mas temprano, tomé el metro y llevé a mi hija al mall a tomar un helado, después la llevé a los juegos, le compré un vestido, en fin estuve junto a ella todo el día, fui tan feliz de tenerla junto a mí, aunque cuando salga de la cárcel quizá lo pueda hacer todos los días, y no solamente en los pasillos en compañía de una foto de bolsillo. 
Sueños de Libertad
Autor: Caranndor  320 Lecturas
El arriero Caranndor Son las cuatro de la mañana, es hora de partir, beberé un poco de agua antes de ir con el arreo hacia la cordillera. Luego de caminar un rato, llegamos al corral donde están las vacas, seremos cinco los encargados del arreo, salimos obscuros desde los corrales. Llevamos vacas y son animales muy porfiados, ya que cada vez que ven una puerta abierta se meten en ese lugar, cuando hay un camino tiene que irse adelante uno de los señores que van con nosotros para que ellas no tomen el rumbo equivocado. Ya son como las dos de la tarde, y dicen que llegamos a la carretera, yo me quedé un momento mirando hacia abajo, pasaban mucho autos, camiones y buses, pasaban tan rápido que aunque yo corriera con toda mi velocidad no los podría alcanzar, ya habíamos pasado por pequeños pueblos, pero éste, que empezamos a cruzar, es mucho mas grande, dicen que se llama Retiro, yo lo encuentro muy feo, porque el suelo es muy duro, hay muchas piedras, y me duelen mucho las patas, no tardamos mucho en dejar atrás ese pueblo, y seguimos avanzando, la cordillera se ve cada vez mas grande, y cada vez estoy mas ronco intentando que las vacas avancen. Por fin se puso el sol, ahora podré descansar toda la noche. Me pareció que apenas había cerrado los ojos, cuando nuevamente debimos seguir avanzando, llegamos a un lugar llamado La Balsa, ahí estaban esperándonos, estaba don Lucho, el dueño de los animales, allí tenían a todos los terneritos y potrillos chicos, como nuevamente era de noche, el caballero dijo que hiciéramos un asado de chivo, los mas viejos enterraron la carne en un palo y la siguieron dando vueltas, cuando ya estuvo lista, yo también tocaba algunos trozos de carne, los que tomaba antes que cayeran a la tierra, porque ésta hace sonar mis dientes. Luego de comer nos fuimos a dormir, y al otro día nuevamente a caminar, antes del atardecer llegamos a nuestro destino, Potrero Grande se llama el lugar, es hermoso, incluso hay nieve. Estuvimos todos juntos un par de días y luego se fueron a sus casas dejándonos solos, para que cuidásemos a todos los animales, yo miraba a Dagoberto a la cara, luego que los otros partieron, se notaba en su rostro una gran pena, pena que también me contagió, es mas recordaba la casa y la sentía cada vez mas lejana, recordaba a mi enamorada y Dagoberto a su hija que aun no caminaba. Aquella tarde nos acostamos muy temprano, inclusive me dejó dormir en la misma pieza de la casita que había en el lugar, al día siguiente, mi amigo Dagoberto metió su mano al bolsillo y sacó la billetera, la abrió y tomó una pequeña foto, era la foto de su hija, la que no tiene mas de ocho meses de edad, la volteó hacia mi para que yo también la viera, y luego me preguntó ¿Cómo estará mi Monse?, luego la llevó a su boca y le dio un tierno beso, guardándola luego en el mismo lugar, comimos algo y de nuevo sobre el caballo, teníamos que contar los animales, para ver que el puma no nos hubiera robado alguno, pero gracias a Dios estaban todos, doscientas vacas y ochenta caballos, yo tenía sed y no encontraba agua, perece que no era el único sediento, ya que mi amigo tomó un poco de nieve y se la echó a la boca, luego puso un poco en su mano y me dijo: “come Aragón”, primero solamente comí un poquito porque me dolieron los dientes, pero la sed era mas grande, Dagoberto camino hacia el caballo, saco un poco de harina tostada y la revolvimos con nieve, si bien no estaba muy dulce mataba el hambre y la sed, parece que me dio animo porque seguí corriendo en la nieve durante un rato, luego Dagoberto me tomó de las patas y me arrastraba, mi guatita se puso muy fría pero al menos durante aquella tarde fui feliz, no me acordé de mi novia y al final del día estaba tan cansado que no supe de mundo hasta el siguiente día. Pasaron unos días cuando una noche escuché un ruido, desperté a Dagoberto quien cargó la escopeta y salimos a ver que sucedía, yo tenía bastante miedo, pero el me decía quédate tranquilo que si son ladrones, debemos estar prevenidos, en mi mente ví mil cosos, desde pumas hasta hombres con los ojos rojos, en fin cuando llegó el amanecer eran solamente zorros que llegaban a comer las tripas de los pescados que Dagoberto y yo habíamos cocinado, que fui me decía tenía miedo de esos animales que son tan chicos, bueno el miedo es cosa de nosotros los vivos. Pasaron dos noches cuando de pronto escuchamos carreras, era seguro, el puma había llegado, el patrón nos había dicho si ven uno disparen porque si se ve acorralado se los comerá a ustedes, a mí me tiritaba pera, en cambio Dagoberto con la escopeta parecía no sentir miedo, cuando al voltear la vista pude ver sus grandes ojos brillando en medio de la noche, le avisé a Dagoberto, pero el me dijo mira Aragón, es una puma, tiene dos cachorritos, yo quería que el disparara, pero el dijo si la mato al patrón le salvare un potrillo o talvez un caballo pero si me descubren los pacos me llevan preso y paso por lo menos un año encerrado, luego de lo cual alistó el gatillo y disparó al aire, la puma se asustó tanto que no la vimos nunca mas en aquel lugar. Había pasado mas de un mes cuando ya de noche llegó el patrón con otros dos señores, traían vino, un chivo muerto y una gallina cocida. Aquella noche comimos bastante y Dagoberto quedó tan  curado que ni siquiera supo que durante la noche pasaron unos hombres con un grupo de caballos, yo me desperté y salí a mirar, me escondí en unos arbustos pero como los caballos que llevaban no eran de los nuestros los dejé que pasaran porque según dijeron eran caballos traídos desde Argentina, por su puesto de contrabando, a la mañana siguiente reunimos los caballos, las vacas y nos fuimos mas arriba, dos días tardamos en llegar a nuestro destino, y de nuevo quedamos solos con decir que a Dagoberto mas de una lagrima se le escapó de sus ojos, en aquel lugar estuvimos tres meses cuando a mediados de marzo llegó la nieve, y para mas mala suerte un día que salimos a ver los animales nos faltaba un ternero, lo buscamos mucho pero sólo encontramos las huellas de un puma, ¡el desgraciado nos robó uno dijo Dagoberto, seguimos un rato las huellas, pero luego las perdimos en las piedras. La madre del animal perdido bramaba hacia una quebrada, fue entonces cuando me vino una corazonada, miramos hacia abajo y allí estaba, Dagoberto amarró un cordel en el pegual y empezó a bajar, a pesar que yo soy mas joven decidí mirar desde arriba. El ternero está bien-me gritó desde abajo-lo amarro y me dijo que yo tirara de las riendas al caballo, empezamos despacito mientras subía lo mas difícil si bien el ternerito venia un poco ahorcado con el cordel pero una vez que Dagoberto lo soltó se puso en pie y salió corriendo hacia su madre, Dagoberto en cambio me sobó el pelo y me dijo eres realmente un gran acompañante, yo me dije este no querrá hacer lo mismo que hacían en la película de la montaña, pero luego me vino la calma, recordé que soy su único amigo entre las montañas. Aquella tarde llegamos cuando el sol se había puesto, y para sorpresa nuestra en el ruco estaba don lucho, el es el patrón, pero es tan sencillo y anda tan cochino como Dagoberto. Le mandaron un regalo de allá abajo-le dijo a Dagoberto, mientras sacaba un bolso de saco y entre unos manteles venían unas tortillas, además de una foto de su hija. Yo miraba los ojos de Dagoberto, mientras él miraba la foto de su hija, mientras tiernamente la acariciaba, para luego llevar la foto junto a sus labios y darle un tierno beso, yo en cambio, recordaba a mi novia, pero luego ellos siguieron tomando mate con aguardiente, conversaron hasta tarde, contaban muchas historias incluso recitaron unos versos de un escritor argentino, “La leyenda del mojón” creo se llamaba, pero era tan triste que a Dagoberto le corrieron las lagrimas, lo que no se, es que las lagrimas eran por lo curado que estaba o era por el triste relato. A la mañana siguiente nuevamente llegó la nieve, estaba muy frío, es más nevó todo el día, y nosotros en el ruco comiendo asado, ellos tomando mate, en fin haciendo mil planes, cuando a la mañana siguiente al mirar hacia fuera ví a Dagoberto con la nieve hasta la misma cintura. Mierda que se puso feo, dijeron algunos de los hombres que llegaron con don Lucho, el en cambio siempre optimista, diciendo que el sol no tardaría en aparecer y que a mas tardar a día siguiente regresarían al lugar donde estuvimos primero. Yo me preguntaba el siguiente día ¿este viejo es brujo o conoce el tiempo acá en la montaña?, en fin pudimos empezar el viaje. Los caminos allá arriba son muy malos, hay lugares en los cuales solamente caben las patas de los animales, cuando de pronto una de las yeguas resbaló cayendo mas de veinte metros, bajamos dificultosamente, cuando al llegar junto a ella nos dimos cuenta que tenía rota una pata y estaba tan golpeada que don Lucho tomó el cuchillo y caminó hacia la yegua, esta a medida que él se acercaba intentaba ponerse en pie, pero todo esfuerzo era en vano, luego se resigno apoyando su cabeza contra el suelo lo miraba fijamente a los ojos, el viejo primero intento consolarla, le acariciaba la tusa, y lentamente llevó su mano hasta taparle los ojos, para luego hundir el cuchillo en medio del pecho, al animal lentamente se le escapaba la vida cuando de pronto inspiró muy hondo y dio un par de patadas, quedando quieta para siempre, yo miraba a Dagoberto, él sentado sobre una roca miraba como los otros hombres se abalanzaban sobre el animal como buitres sobre la presa, unos desollando, otros quitando las herraduras, luego cortando la carne para hacer el charqui. Cuando llegamos al lugar que teníamos por destino, los hombres mas viejos empezaron a cortar la carne y luego de salarla la tendieron sobre las rocas, yo esperaba a que se durmieran y entonces me iba hacia donde estaba tendida la carne, comía todo lo que se me daba la gana, fue entonces que Dagoberto creyó que eran los zorros quienes le robaban y decidió dejarla guardada todas las noches hasta que ya estuvo completamente seca. Fue así como transcurrían los días, entonces Dagoberto comenzó con lo que yo llamaba una tediosa tarea, íbamos a ver los animales en la mañana y de tarde se entretenía en su trabajo, estaba construyendo un par de cucharas de palo, según el una chiquita para la Monse y la otra mas grande sería para la mama marta, que era como el le decía a su madre. Fue así como pasaban los días, yo miraba el palo en el cual mi amigo llevaba la cuenta de los días que llevábamos en aquel lugar, yo miraba y había mas de cuarenta rayas, para mi había pasado demasiado tiempo, la comida casi se nos había acabado y no venía nadie a buscarnos. Dagoberto dijo que si no llegaban en una semana mas el se iría para su casa dejando a los animales a su suerte, ya que el acuerdo había sido que regresarían en veinte días, es mas ya iban cuarenta y no venía nadie. Para los animales se había puesto muy difícil ya que nevaba todas las semanas, apenas en pasto quedaba al descubierto la nieve nuevamente lo cubría, aquella tarde estábamos reuniendo los caballos de los hermanos de Dagoberto para llevárnoslos cuando al llegar a la casita encontramos a don Lucho y a seis personas mas, la felicidad para ambos fue enorme, traían carne y mucha comida para el regreso al fundo Santa Lucía. A la mañana siguiente salimos de madrugada a reunir a los animales, increíblemente no faltaba ni uno solo, salvo por la yegua que había muerto en la barranca, partimos felices, pero a poco andar llegó la lluvia, los que no eran mas que pequeños arroyos se convirtieron en pequeños ríos, debimos quedarnos tres días mas cuidando a los animales a la espera que bajara el caudal de los arroyos, cada vez que llegábamos a la orilla debíamos esperar a la mañana siguiente para poder cruzar, ya que el deshielo de el día hacía que su caudal aumentara macho siendo muy peligroso cruzarlos pasado las dos de la tarde. Era el último riachuelo que debíamos atravesar y lo demás era camino seguro hasta la casa, los primeros en cruzar fueron los caballos, luego las vacas cuando de pronto don Manuel, uno de los arrieros cayó al cauce del agua, afírmese le gritaban, pero era como si no tuviera ganas de salvar su vida, el patrón le tiró un cordel, el que quedo al alcance de las manos de don Manuel, pero ni siquiera hizo el intento de sostenerlo, siendo llevado irremediablemente por las aguas del río, llegando a aparecer casi veinte kilómetros mas abajo, estaba completamente desnudo, el agua aparte de arrebatarle la vida lo despojó también de sus cobijas. Para todos nosotros aquello fue algo terrible, sin embargo dicen que el agua acabó con el tormento del hombre, pues por muchos era sabido que quería sin ser querido. Tardamos cinco días mas en llegar a un lugar llamado La Balsa, desde cuyo lugar podíamos ver una gran cantidad de luces, Dagoberto me decía que las luces mas brillantes eran el la ciudad de linares y la torre iluminada mas alta eran las luces de la catedral de la ciudad mencionada. Como durante aquellos días no comíamos mas que carne, ya todas las mañanas despertaba muerto de sed, les ladraba una y otra vez pero nadie me comprendía, hasta que Dagoberto de una patada rompió la escarcha dejando la dulce agua a merced mía, aquel viaje fue demasiado largo, entre buscar al difunto y arrear a los animales tardamos tres semanas en llegar a nuestro destino. Ya era cerca del mediodía, a mi aquel camino me resultaba tan familiar, como no iba a serlo, estábamos frente al portón de nuestra casa, vamos a saludar Aragón, me dijo Dagoberto mientras abría dificultosamente la puerta, yo no pude esperar a que él la abriera por completo y pasé por en medio, luego de lo cual emprendí la carrera velozmente hacia la casa, los había echado tanto de menos, me habían echo tanta falta, pero cuando yo creí ser el primero en llegar, Dagoberto paso corriendo en el caballo, dejándome unos metros atrás, sin embargo mientras él se apeaba del caballo, yo logré adelantarlo. Lo que mas me llamó la atención fue que una niñita caminaba a la siga de un perrito, el cual era casi igual a mí cuando era un cachorro, a la niña le lamí las manos y me fui a saludar a la mama, mi vieja, la mamá de Dagoberto, apoyada en su bastón me acariciaba tiernamente la cabeza, Dagoberto en cambio intentaba coger a la monse en brazos, pero esta se puso a llorar, los ojos de Dagoberto se pusieron muy brillosos mientras con una brazo acurrucaba a su madre, con el otro abrazaba a su esposa, estábamos los cuatro reunidos en un solo abrazo, cuando de pronto el cachorrito tan lindo que había visto al llegar se colgó de los pelos de mi cola. Y tú no saludas a tu hijo me dijo la mama. Me sentí tan tonto no haberlo reconocido, entonces comprendí cuan triste y solitaria es la vida del arriero, Dagoberto no pudo ver cuando su hija dio los primeros pasos, así como yo tampoco pude ver cundo nació mi hijo, me hubiera gustado tanto estar a su lado cuando abriera los ojos, puchas que es triste y solitaria la vida del arriero, pero lo sería mas si no me tuviera a mí, el Aragón su fiel amigo el perro.    Esta historia no es mía, pero es como debe ganarse la vida uno de mis hermanos, quien debe estar largos meses en la cordillera al cuidado de animales que no son propios, dejando de lado a su familia ya que en el sector de donde provengo es muy escaso el trabajo. Por lo que cuento esta historia es porque hay algo muy mío en ella, el fiel compañero de mi hermano, ese que no le pierde pisada, El Aragón es mí perro.                                                        Fin. 
El Arriero
Autor: Caranndor  329 Lecturas
        Adiós hijo mío (recuerdos de la despedida de mi abuela a mi padre)   Despierta hijo mío, abre los ojos, mis manos no tienen fuerzas para seguir aferradas a la madera que te encierra, mis piernas ya no son tan ágiles para seguir tus pasos, escucha que te hablo, no sigas con tus ojos perdidos tras los parpados, hijo mío como quisiera acariciar tu rostro en vez de golpearlo como lo hacia cuando eras niño, te pude besar tantas veces y ahora que no te tengo lo deseo, quiero sentir tu aroma por última vez antes que se confunda  con el de las flores que te rodean, mira mis ojos ¿los recuerdas? Recuerdas aquellas lagrimas que cayeron de ellos cuando debí despedir a tu hermana, yo pensaba que mis lagrimas que se habían extinguido al igual que mi alegría lo hizo por cuarenta años, hijo mío se que no puedes abrir los ojos para mirarme, pero cuando te reúnas con tu padre y tu hermana diles que me dejaste sola y no pudiste despertar para mirar siquiera mis lágrimas.
Adiós Hijo Mio
Autor: Caranndor  839 Lecturas
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El diario de Valentina Caranndor Querido diario, hoy hace un año desde que partió papá, la última vez que lo ví me dijo que algún día regresaría a mi lado, no como un ser humano sino que reencarnado en un animal. Hoy terminé de confirmar que Bobi, mi perro que recogimos frente a la moneda hace un mes no es mi papá. Porque le puedo contar todos mis secretos, jugar e incluso hay noches en las que duermo junto a él y nunca ha usado la correa de su cuello para golpearme.  
El Diario de Valentina
Autor: Caranndor  363 Lecturas
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Alas de mariposa   Caranndor    Piecesitos descalzos van bajando del cerro, piecesitos descalzos caminando al colegio, se detiene y recoge un pajarillo muerto y le pide sus alas para volar en el tiempo… Chao mamá, chao papá-dice José, antes de emprender su largo camino a la escuela, adiós hijo-responden al unísono los padres.  Lo único que lleva sobre su espalda es un bolsito de genero que su madre con sus propias manos cosiera, en él lleva un cuaderno, un trozo de pan y un barquito de madera, barco que talló su padre cuando cursó su primer año de escuela.  Al llegar a ésta, su cara parece mas roja y sus labios resecos por el hielo, sonríen mientras saluda a su vieja maestra. Allí estará hasta las dos de la tarde, para luego emprender el largo camino de regreso, camina lentamente cuando al llegar a un arroyo que hay en su camino de regreso, saca del bolso su barco y lo deja sobre el agua, mientras él camina por la orilla va mirando cuan rápido avanza, “han quedado atrás las hojas y las piedras mojadas”. Como el barco ha quedado mojado, José lo deja junto a la orilla para al siguiente día llevarlo arroyo arriba, para nuevamente mirarlo mientras surca las aguas al igual que los barcos entre la neblina. Cada tarde luego de regresar de la escuela debe ayudar a su padre a trabajar la tierra, sin recibir por aquello mas paga que el techo y cada año dos sacos de papas.  Si bien es cierto José no tiene más de diez años pero a pesar su edad, es capaz de sostener el arado para cultivar la tierra, no importa cuantas veces lo tumbe, solo le importa trabajar en la tarde para poder ir cada día a su escuela. Los bueyes y su lento caminar hacen que José pueda seguir sin mucho esfuerzo sus pasos, pero el cansancio cuando el sol casi se ha marchado, hace que sus piernas le pesen y sus pies embarrados resbalen entre los terrones recién arados.  Al llegar a la casa ya de noche, José debe terminar la tarea que le diera la maestra de la escuela, mientras escribe, alumbrado por la mezquina luz de una vela, sus ojos perecen cerrarse por el cansancio, a pesar que hay momentos en que su cabeza tambalea, el sigue escribiendo acompañado de su madre quien mira lo que élla nunca aprendiera, cuando de pronto su cabeza se inclina apoyando su cara sobre las letras.  Su madre, quien aun se encontraba junto al fogón, se separa de éste para llevarlo entre sus brazos a la cama, luego de un beso en la frente lo arropa diciéndole “hijo mío hasta mañana”. A la mañana siguiente cuando aun la noche no se marchaba por completo, José debía emprender nuevamente su largo camino, sin importar si llovía, hubiera viento o hiciera frío. Había pasado algún tiempo cuando de pronto una fuerte lluvia se dejó caer, sin que dejase durante toda la noche un momento de llover, el niño aunque dormido, soñaba que su barquito para siempre entre las aguas se quedaba, a pesar que todo aquello era un tormento, no impidió que fuera un capitán que navegó en los siete mares e inclusive fuera un príncipe montando un caballo alado, pero al amanecer y bajo la luz del día, al caminar hacia la escuela su barco ya no estaba en la orilla.  Caminó hacía la escuela llevando en la memoria la pérdida de su barquito que tenía por velas dos hojas, sólo pensaba en salir cuanto antes de la escuela, estuvo toda la mañana sentado bajo un árbol, cuando al sonar la campana, él salió corriendo, es seguro iría en busca de su barco, corrió y corrió, cuando ya casi sin aliento llegó al lugar donde había dejado a su amigo guarecido de las olas y del viento, desde allí siguió el curso de las aguas, pero no veía nada, ni siquiera supo cuantos pasos hubo dado o cuan lejos de su casa había marchado, cuando de pronto, ya casi junto al río, ahí estaba, flotando entre unas hojas, dando vueltas y mas vueltas sobre el agua torrentosa. José cortó una rama para intentar de las aguas rescatarlo, pero el barquito estaba mas cercano al otro lado, paso a paso fue adentrándose en el agua, estaba tan fría que sus huesos le dolían, pero no podía dejar allí a su amigo abandonado, el único juguete que le habían regalado. Salió y se sentó un rato en la rivera para ver como daba vueltas y vueltas y vueltas, cogió un piedra para destruir a su barquito pero no fue capaz de intentar siquiera herir a su amigo, impaciente fue adentrándose en el agua, mojando sus rodillas, sus nalgas, sus hombros, un pasito mas se decía y podré abrigarlo entre mis brazos, aun si hubiese dado tres pasos no lo hubiese alcanzado, dio un gran salto hasta por fin sostener el barco entre sus manos, pero el agua terminó por derribarlo, por un momento sujeto de una rama pedía a gritos a su padre que viniera, mas la noche sin remedio fue llegando mientras los ojos de José se iban cerrando, con el barco aferrado junto al pecho, José partió sin dejar mas huellas que sus pies marcados en el barro. La noche había llegado y de José no había rastro, salió su padre, madre, amigos inclusive el buen patrón, pero la noche tan oscura no les permitía encontrar huella alguna, el padre y la madre de José, aquella noche la pasaron abrazados junto al fuego, con las lagrimas surcando por la cara esperaban el llegar de la mañana, hijo mío ¿Dónde estas? Gritaban una y otro vez. Cada minuto que pasaba era mas largo que las noches del invierno, cada hora que marchaba aumentaba el dolor en sus entrañas. Con el lento amanecer del nuevo día mostró las huellas de sus pies descalzos en el barro, caminaron largo rato, cuando al salir del sol lo encontraron aferrado a su pequeño barco, lo sostenía con ambas manos junto al pecho, quedando así juntos para siempre el niño y su barco, quedando para siempre las huellas en mi pecho marcado. Fin
Alas de Mariposa
Autor: Caranndor  322 Lecturas
Palabras Silenciosas Caranndor Hola, ¿como te llamas?, hace tiempo quería decirte que me gustas y que cada noche sueño con tus labios, también te he escrito algunos poemas, ¡ha! Me olvidaba, te invito un café. Son las palabras que he ensayado mil veces, pero cada día que élla pasa junto a mí, bajo la mirada hacia el suelo, porque temo que me diga que no soy el hombre de sus sueños.
palabras silenciosas
Autor: Caranndor  331 Lecturas
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esclavos del mal
Autor: Caranndor  868 Lecturas
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