¿De qué flor, árbol, piedra, es Dios? De flor, árbol, piedra de Dios, que es flor, árbol, piedra, de flor, árbol, piedra. Dios es repugnante, si deja de ser flor, árbol, piedra, y se le enclaustra en la flor, en el árbol, en la piedra de la iglesia.
Dios también muere y como es Dios lo hace un día cualquiera o un día innombrable o un día cuando la vida concibe de náusea en náusea su destino o un día cuando el día roce con la penuria de caderas y pechos deslumbrantes lagrimeando ante cuatro ojos de alguna ebriedad eterna En el vértice donde acontece la mirada delirante de esa vida de esa muerte alguien con sigilo cierra ventanas del tiempo encerrándose en el firmamento del silencio un alguien entre Dios el hombre y la nada Dios también muere mientras en otra estancia el alba irrumpe la hermosura de un hombre después de degollado hombre olvidándose un día de Dios sepultado – como a un bicho – en sus entrañas para luego rezar un padre nuestro. A punto seguido Dios también reencarna en su propio misterio mientras la mirada de un ateo observa las alas de un ladrido.
Dedos cortando el pan de cada día Dedos desgajándole al vendaval su trino Dedos desprendiendo telarañas en la niebla con portillos por donde se advierte la hambruna del mundo Dedos hurgando respuestas a la nada Dedos colgando el día en la penumbra donde se escuchan truhanes incendiando la noche de los silencios Dedos mostrándole al molusco el designio de la espuma Dedos sacando el incoloro del azul del mar Dedos sacrílegos cuando le despojan al vidrio el cristal de la botella Dedos soberanos al señalar el hormiguero deambulando sobre la calavera de Cristo Dedos del hombre moribundo resignados a pertenecer al universo del cartílago Dedos ingenuos dándole bienvenidas al ataque del felino Dedos sin dónde ir después de ser amputados de la mano andariega Dedos señalando el dedo sin sonrojo alguno Dedos en el sueño tratando de despertar su cuerpo Dedos parecidos a esta mañana encarnada de luz de luciérnagas.
La lluvia es felicidad Felicidad de lluvia Lluvia palpando mi cuerpo Me enraízo en su palpitar Gozo sus senos sus nalgas su monte de Venus sus piernas Rostro de agua deslizándose sobre mí como amante con su lengua de fuego Lluvia: carne erótica en las calles de mi pueblo.