• Facundo Emanuel Cortina
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  • País: Argentina
 
… y el ángel sangró; se ahogó en el mar azul, En lo profundo de la risa de la hiena. El Sol pudrió su carne; bebió toda la espuma de golpe. El cuervo comió sus ojos, convirtiéndose en dios; Para subir a las alturas y burlarse de todos, Sin jamás volver a reír; mirando todo sin pestañar. Su carne hirvió; sus huesos se volvieron polvo. La maldita mosca convirtió cada célula en una pepa de oro, Para venderlas en mercados turcos, sin nunca saciar su apetito. El viejo ángel volvió a usar lentes negros, Haciendo que el Sol se apague. Nadie lloró su muerte; todos bailaron la música de la bestia. El ángel estalló en millones de moléculas; Los átomos enloquecieron, acostumbrados a formar parte de un todo. Las órbitas sólo describieron ochos en la nada, Recordando el antiguo infinito. Llovieron cadáveres, de esos que siempre están por resucitar. Las hienas se hartaron; también los lobos, los buitres y el viejo cuervo. La Luna se volvió pequeña; luego, se enamoró de su reflejo en el mar. Todos los espíritus gimieron, aullaron; los pájaros enmudecieron. El aire se volvió caliente; nunca más sufrieron frío las mariposas. El calidoscopio confundió sus colores, cegando a quienes miraban. El ángel ha muerto; con él se llevó la música, el amor de las ninfas, La inspiración de las musas, el color de las manzanas… El ángel murió, y Jehová se vistió de luto. 
Vestido con la piel de mis enemigos, sonrío al Sol; La vida es grata para quienes hallan paz. ¿Qué hacer si me fascina la nada; si mis ojos se pierden en los abismos? La guillotina cae sobre los melones; todos vomitan canelones. _ La guadaña no sólo corta el pasto… sabrás. En la alfombra hay un reguero de uñas, todas pintadas al óleo. ¿Qué hay si me hundo en la cama, si enajeno con clásica? Si el éxtasis es efímero y el tedio permanente: ¿No habrá más salida que el conformismo, la muerte rosa? La tortuga camina sobre la cinta de la tierra, mientras ésta gira; Todo para lucir tablas de lavar al verano… ¿Si la pantalla es un imán, si me come; Si las vulvas me atrapan, si me absorben; Si estallan mis ojos; si me cerebro se congestiona; Si el canto de los pájaros crece hasta enloquecerme; Si las ratas me comen; si me convierto en pez abisal; Quién cambiará la bombilla Lunar?   El vacío me sigue, pero, siempre huyo. No por cobarde, es que conozco mis fuerzas. El viento en la higuera sopla; presiento presencias. Debajo de ella, los brujos buscan amuletos; ¡Pobres! No saben construir talismanes. Vuelvo a la razón estricta, a la pura moral, diciendo: Potros salvajes, blancos y negros, van al galope, Hasta chocar sus cabezas para fundir pensamientos. Se afinan las cuerdas… los hilos que me mueven; Creo que el reflejo del espejo es mi amo; aún así cambio.   Se fue el licor; quedó la sed.
La sed
Autor: Facundo Emanuel Cortina  688 Lecturas
Pintaré mis pómulos con barro… Maquillaré mi frente con sarro. Me pondré el chaleco de fuerza Y saldré a perseguir duendes por la plaza.   Coseré mis brazos y piernas… Me ajustaré los pocos tornillos que quedan. Calzaré, en mi cabeza, un casco de hierro… Y me tiraré en picada.   Comeré flores. Beberé en charcos. Trabajaré con las hormigas… cantando cual cigarra. De mil licores seré el ebrio. Me haré una casa de pura chatarra.   Ahora freno, pregunto: ¿por qué esta ira? ¿Por qué ser iracundo, al llamarme Facundo? Es que, me cansé de ser manso… Hoy te escupo. Cual fiera.   Me pondré bozal… sólo para pasear. Por dentro seré fuego… sin saciar. Frunciré mi ceño… como al pasar. Mascaré mis penas sin tragar.   Mi antifaz huele a azufre. Quemo al hablar. Mi antifaz fulgura. Me vuelvo irracional. ¡Maldito sueño, que sueño despierto! ¡Maldita la hora en que he muerto!
Caminando por la orilla de un mar bravo vi, ¡Oh, me! Que mis huellas me seguían, que no guiaba mis pasos, Que el mar enfurecido me arrastraría, Para mostrarme que en el fondo no hay luz artificial, Sólo la pura sombra, la penumbra.   ¿Qué haremos si el tiempo se derrite, si muere el control, Si se ausenta el buen gusto, la moral y el sistema perfecto? ¿Quién podría vivir sin contar los días hasta morir? ¿Quién sabría qué hacer si nadie se lo indica? ¿Dónde apostar mi única ficha, si por siempre estoy a destiempo?   ¡Vuelve, dicha de los ignorantes, de los superficiales!... ¡Vuelve, alegría idiota, felicidad irracional!... He probado excavar, y, si bien hallé oro, Jamás podría terminar la tarea de escudriñarte a ti, vida misma. Habré de conformarme, dejaré el trabajo a medias e iré a desvariar…   Es la eternidad… el mar mezclado con el Sol… El equilibrio entre los opuestos… la fundición del magma.
Las musas caminan… ¡flotan! Por la ciudad, Sin jamás detenerse. No miran vidrieras, no miran a nadie; La tarea de mirar nos corresponde; Admiramos su belleza casi inalcanzable, Su porte sobrenatural, sus delicadas formas. Las musas en nadie piensan, sólo en sí mismas. Son dueñas del tiempo que no corre, de la belleza. Llevan sangre azul por sus venas, Fragancias agudas, (como de flores silvestres), en su cabellera. Ellas no hablan, no emiten sonidos, Todo lo dicen con sus miradas seductoras, intrigantes. Llevan el Sol en el pecho, dos lunas en la frente. Sus vestidos, radiantes, lumínicos, Deslumbran a los niños, fascinan ancianos. Sus dientes son perlas esmaltadas, Sus ojos esmeraldas diáfanas.   Soy tan sólo un vagabundo que vive en la calle… Pero se donde viven las musas.
Las musas
Autor: Facundo Emanuel Cortina  519 Lecturas
“La nada comió todas las fórmulas… todos los fundamentos”, Dijo el marinero al capitán. El barco ebrio jamás sufre resaca, Sólo se diluye en la espuma, multiplicándose por miles, Cual plaga, conquistando todo; colonizando el agua. El caos es una boca de lobo desdentada, un valle de sombras… Que trepa por los pies descalzos, en las noches de rocío, Destapando enamorados de la Luna; los ebrios de Sol. ¡Nunca podrán las madres jóvenes abortar los hijos del diablo! A quienes llevan en sus entrañas, creciendo hasta comer sus carnes. _ El otro día confundí arroz con larvas de gusanos… ¿es normal? _ ¡Qué importa! Los normales se extinguieron hace años… En la cabeza del genio aburrido las ramas y nidos se multiplican, Mientras el humo del tabaco se confunde con su aliento helado. _ Cambié mi sangre por mercurio líquido, ¿qué opinas? _ ¡Buen negocio! La sangre siempre fue mala. ¿Dónde cargan combustible las alfombras voladoras? ¿En qué bar bebe el Sol? ¿Quién habita el lado extraño de la Luna? ¿Cuándo morirá la fiebre del oro, la peste negra, La sífilis de los mosquitos de los cabarets de mala muerte? ¿Quién domará al dragón; convertirá el plomo en oro; Cerrará la caja de Pandora; alejará el viento del Norte? _ He bajado la Luna hasta este pozo de agua… descansaré.
Los chocolates no se muerden, Se disuelven; En tibia saliva, Lujuriosa de lujo.   Canta al Sol quien anda en penumbra; Mas, para quien no teme, la sombra en cómoda.   Siglos tiñeron mis cabellos de blanco, Y suelo cortarlos de otras cabezas.   Muéstrame todo lo que tengas, Y diré que no. Más bella es mi soledad Que cualquier amante sumisa.   Vísteme de gloria y seré rey, Pero no tendré cetro sin humillarme. Vestiré cilicio está vez, He ofendido mi Padre.   En todas partes hay espejos… En todos te veo… _
                En la antigua Europa, hace siglos, en época de oscurantistas, existió un pueblo, un pequeño pueblo a orillas del mar. En éste, la gente vivía básicamente de la pesca y el cultivo de tierras, ya que eran fértiles; llevando así, sus habitantes, una vida tranquila, normal, monótona y rutinaria en su mayor parte. Rutina rota los fines de semana por la visita a los bares y, luego, los prostíbulos; así se hacía más ameno. Las doñas, para distraerse, se reunían a tomar el té con masas y, allí, discutían sobre diversos chusmeríos. Primero los más recientes y, después, los ya clásicos.                 Cual olas de mar, todo transcurría lenta pero eficazmente el la Villa del diablo; nombre que debía su existencia a lo que a continuación comentaré, tratando de no dar muchos detalles para no atormentar su frágil mente, estimado amigo. Lo que ocurría era lo siguiente: una vez a año, al llegar Navidad, mientras en los hogares las familias se reunían para festejar en nacimiento del Salvador, en las afueras, específicamente en la Colina Violeta, las brujas de la villa, (las cuales eran varias), se reunían en un orgiástico aquelarre. Costumbre, para ellas, más importante que el negro Sabbath.                 Un año memorable por lo siniestro que fue el aquelarre, tres brujas hicieron sacrificio al diablo, siendo éstas las últimas que habitaban la villa, debido a la cacería. Como todos los años, al llegar Navidad, Luzbel y sus demonios surgieron del mar, atravesando la ciudad, hasta arribar a la Colina violeta, donde las brujas habían preparado una inmensa fogata, bailando alrededor de ésta, dando gritos y frotándose pasta de mandrágora en la mucosa vaginal, para poder soportar el viaje de encontrarse cara a cara con el príncipe de las tinieblas y su séquito.                 Debo detenerme ahora para detallar un poco como era la llegada de Belcebú a la colina. Al atravesar la ciudad, los perros y lobos del bosque aullaban abundantemente, sonido que era acompañado por un fuerte viento, que hacía sonar las campanillas de las puertas de los hogares y un reverdecer y florecer de arbustos y plantas en general. Al, finalmente, concluir el viaje, los demonios se unían a las jóvenes y voluptuosas brujas, poseyéndolas y embriagándose junto a ellas; todos menos el diablo mismo, quien no copulaba para, así, aumentar el poder de su baja magia.                 En ese aquelarre, estos fueron los sacrificios y peticiones:                 La primera bruja ofrendó el feto muerto de su hermano; a cambio pidió poder sobre las mentes. La segunda, ofreció a su padre el espinazo de su único hijo; en devolución pidió ser iniciada en las artes ocultas. La última dijo lo siguiente:                 Diablo: _ ¿Qué me traes, hija? -preguntó el oscuro-. Y, ¿qué quieres a cambio? -concluyó-.                 Bruja: _ Sólo tengo mi vida para darte, pero, aún así, no te la negaré. Lo que quiero es sólo una cosa, enséñame la violencia, por favor…                 Ésta agradó a Luzbel. A esa se llevó a vivir con él bajo el mar.
Mi mente es un puñado de cerebros, jugosos y hambrientos. Esperan por ti cada noche, junto a mis ojos de lechuza, (pinchados, escurriendo pus, por el largo bigote de Dalí). ¿Dices tú, mujer de plomo y mercurio líquido, que podré saltar sobre las estrellas… hasta alcanzarte? Imposible pienso la tarea de ser normal, homogéneo a moda y moral.             Sueño, (de día, de noche ando), que pones banderas de paz y amor, (con el antiguo símbolo de la bestia), sobre mi corazón de queso, espantando a mi amado Jerry que todo devora.             Vienes del holocausto, del dulce sacrificio. Eres ofrenda olorosa y delicada. Has subido al monte; aún no bajas. Te haces a fuego lento, te consumes por dentro. Me insinúas tus deseos al oído, volviendo con sueño a los brazos de Morfeo.             ¿Esperas que siga velando, luego de las noches embrujadas de jarabe para la tos y pastillas anti-febriles? ¿Crees que podré seguir si me falta mi vista de lince? Olvídalo, Marte nos alcanzó con su lanza, atravesando corazones jóvenes e inocentes…                         ¿Aún quieres reír? No entiendo tu plácida sonrisa, ni porque te desnudas, cada noche, delante de un cancerbero distinto. ¿Cuál es tu reino, y cuál tu asilo? Sonríes sin ver que te derrites en lenguas, mas, ¡oh! No de carne, sino tibias lenguas de fuego. Se funde, en el fondo de este pozo de suspiros de pereza, tu amor y mi codicia.
Trabajo en una funeraria. Soy el dueño. Vivo detrás del local. Allí, por las mañanas, me levanto esperando que alguien muera. Miro el Sol y, si está amarillento, (tirando a enfermo), nace mi esperanza de un día productivo. Vivo sólo. Para entretenerme, he sabido acostarme en ataúdes. Luego de limpiarlos, ¡claro! Mi vida es aburrida, monótona, sublime y absurdamente bella: conozco la muerte mejor que nadie. Ese es mi mayor tesoro. Otros también poseo. Como, por ejemplo, una anticuada bicicleta  color negro, (la cual supe usar en ciertos carnavales, vestido de parca, con guadaña incluida); una caja de bombones con cartas románticas de mis abuelos, padres y algún que otro efímero amor; y una infinidad de barcos y aviones a escala, (pasión que tengo desde joven).                 Para que vean y sepan que, en mi vida, no todo es desolación y tedio, les contaré un sueño muy vívido que tuve hace poco. Hasta donde recuerdo, era algo así:                 Era domingo por la tarde. Aburrido y sin nada que hacer, salí de casa en busca de unos dulces; me sentía un amargo… Lo único abierto, era el Shopping, cruzando la plaza. Caminé unas cuadras y llegué a la misma. Allí, niños traviesos jugaban a las escondidas; mientras, los ancianos, tomaban mate con tortas de chocolate y dulce de leche, recubiertas con crema; manchándose las ropas y los cachetes. Fue como una visión: al ver el principio y el fin, (de la vida), supe que el mío propio estaba cerca. Algo de viento, un ruido sordo espantando las palomas y el grito de un pequeño que sonó a horror… fue todo. No necesité más. Entonces, sólo fui a cumplir mi destino, sin tratar de huir, creyendo que era mi deber.                 Al llegar al centro comercial, mis temores se disiparon; me dejé fascinar por las luces brillantes, los lujos de este mundo vano. Luego de chequear mi billetera, entré sin más que la ansiedad natural de alcanzar la meta: una muerte rosa. No sabía como sería, pero, allí la encontraría. “This is the end… beautyfull friend…”. Morrison sonaba por los corredores. Todo se iba confirmando. Todo daba señales de que estaba en el lugar indicado al tiempo justo.                 Volví a tierra. Golosinas. ¿Dónde encontrarlas? Vi tiendas de ropa, de música, de plantas, de joyas. Pero, los dulces, ¿quién los tiene? ¿Quién es el dueño de los caramelos? Así, me fui adentrando. En ese fresco y cínico mercado turco. Un piso. Otro. Uno más. Infinitas plantas hacia el cielo que nunca se alcanza. Sólo con la nefasta parca.                 Tarde algún tiempo en darme cuenta que estaba perdido. Preguntando, se llega a Roma. Solía decir mi padre. Pero: ¿cómo hablar con ellos? ¡Estaban vivos! En la vida, decía mi madre, hay que saber resignarse a tiempo. Sino, se sufre. Simplemente, rompí los límites: entre en una parcela verde… con catarata incluida.                 ¿Cómo enfrentar el ridículo sin hacerlo? Imposible. Todos me miraban. Ninguno se digno a preguntarme si estaba perdido. Así es que, tuve que aplicar la lógica: daría un espectáculo. El mejor de mi vida. Finalmente, brillaría. Pinté mi cara con barro y me dispuse a bailar. Primero como un mono cómico. Luego, algo de ballet. Finalmente, enamoré a la muerte de mí, imantándolos a todos, arrastrándolos.                 Pronto llegó la recompensa: bolitas de licor, recubiertas de chocolate. Cuando, pensé, eran suficientes, dejé de bailar. Di la espalda a todos y recogí mi premio. Algunos abuchearon. Pero, el show, ya había terminado.                 Tuve lo mío. Fui en busca de dulces y los conseguí. Aunque, buscaba gomitas de colores. No esas turbias perlas del vicio encarnado. Jamás había bebido. Pero, siendo mi paga, no quise despreciarla. Así fue que comí todos los chocolates. Emborrachándome. Todo para morir ahogado en mi propio vómito. Inconsciente.                 Ese es el precio de brillar, me dijeron, al recibirme. Luego, no resta más que la muerte.
Nada quedará, todo olvidaremos. El gusano lento y lleno de pereza del olvido no se detendrá. Nada quedará en pie, todo será nada, vacío. Todo será hueco y frío.   Nada nos importa un bledo, Sólo el vicio nos mueve. La pasión mató a su enemiga la razón. Nada tiene peso: palabras, hechos. Todo olvidamos, a todos olvidamos… Hasta a nosotros mismos.
El olvido
Autor: Facundo Emanuel Cortina  507 Lecturas
No cortes mis alas; desplúmame; Deshoja mi cuerpo de querube Como si fuese una margarita marchita, Ajada por el tiempo, sucia de dolor.   No por favor, no lo hagas; Sólo aprende a amarme. Hazme misericordia; dame piedad; Guarda tu juicio justo para tu soledad.   Soy flor de arrabal, ángel de alcantarilla; Vivo debajo del puente bebiendo rocío. De parco paso a muerto; aún así, a veces río… Sacude el polvo de mis alas, verás mi sonrisa.   No cortes mis alas; aprecia mi vuelo… Vuelo bajo, profundo y solo; Vuelo tibio de la Luna desquiciante; Vuelo errante; vuelo hiriente.   No vueles conmigo; sólo mira mi vuelo. Has el tuyo; recorre tu camino. Elije en las encrucijadas, no te rindas al azar. Elije lo que quieras, sin a otros hacer mal.   Sabe: no puedo darte las mías… Tus alas has de conseguir soñando; Vuelo alcanzarás al hacerlos reales; Descanso tendrás planeando en puros aires.   Vuela lejos; vuela hondo. Luego subirás. Vuela hacia el mar, báñate en sal; Vuela hacia el fuego, sé puro; Vuela de noche por lo oscuro.
Soy el Sol. Radiante. Lumínico. Tú, la Luna. Distante y bella. Voy iluminando el pensamiento de los hombres. Amonesto a los inicuos. Guío justos. Tú, enajenas a los apasionados, a los lobos. A tu luz se bañan las hadas, cantan sirenas. Soy como un antiguo… en tierra de nadie. Vas conquistando corazones ebrios. Somos análogos. Igual a todos los opuestos. Por dentro, soy oscuro. Igual a tu noche. Tus cabellos son rayos de oro. Amarillos cual los míos. Voy siguiéndote. Mas, nunca descansas. Te espanto con la fuerza de mi luz. Embriagándome con la tuya. Tus enamorados te cantan canciones olvidadas. Pero, a ti, nunca llegan. Sólo yo puedo alcanzarte. Los cometas, te han rozado. Quitándote porciones. A mí luz, brillas. Me miro en tu espejo. Aquí te espero. Encerrado en el cosmos… infinito. Aquí te espero. Calculando estrategias. Anhelando el día del eclipse. Pronosticado por los reyes magos.
Sol y Luna
Autor: Facundo Emanuel Cortina  521 Lecturas
“Tanto va el agua  a la roca, Que termina comiéndola.” (Dicho popular)                   En el principio, tuve un perro y un gato. Al tiempo, al perro, lo chocó un auto. Muriendo él. El gato se fue de putas a Necochea. Nunca volvió. Desde entonces, sólo las ratas me hacen compañía.                 De día, siento la dulce fragancia que dejan en el aire sus excrementos. Comparto mi comida con ellas. Hasta las sacaría a pasear. Sino fuera que aparecen únicamente de noche. En ésta, las escucho caminar por el entretecho, trepar las paredes, chillar en mis oídos. Suelen destaparme, cuando no, comen mis ropajes y las sogas que me atan a esta casa abandonada. ¡Sí! Abandonada he dicho. Puesto que, aquí, vivo solo. A no ser por mis carceleras-compañeras, amigas íntimas y peores adversarias: las ratas. Y, me he abandonado. He dejado todo a la suerte. Mi voluntad, (antigua gloria personal), ha muerto en manos del tedio y la desolación, la rutina y el amor mentido, la hipocresía y la envidia.   He pensado, hace meses, la solución a todos mis problemas: invocaré a la parca, he vivido suficiente. Lo haré poéticamente, sutilmente. Dejaré de alimentarlas. Hasta que, una noche, no soporten más el hambre y… (¡oh, gloria!), decidan comerme. Piel, carne y grasa. Nada quedará de mí. Ese día, seré libre…
Ratas
Autor: Facundo Emanuel Cortina  498 Lecturas
Extraño chico lunar, tu pieza es un cubo frío; dentro de ella estás, en el lugar sin exterior. Allí estás confinado, levitando en el centro, en completa oscuridad, concentrado en absoluto… jamás parpadeas por temor del viento, así vives, viendo el Aleph de tu imaginación relatarte todo, sin palabras, sólo emociones. La luz de tus ojos ilumina al mundo; eres como un dios antiguo, como un genio encerrado. Desde el vientre de tu madre la Natura has estado solo, estudiando cada rincón de tu corazón de laberinto, de tu mente de atrapa sueños.             A tus pies se inclinan los sabios, reconociéndote como semidios; mas, los reyes insensatos, buscan cortar tu cabeza, comer tu corazón; piensan está ahí el poder de tus obras de amor. Muestras el camino a los extraviados, ayudas víctimas del inicuo a salir del tormento de los tormentos, curas las penas de los melancólicos, bendices justos…             Nadie conoce tu hogar, eres un mito, una leyenda de magos ancianos. Nunca envejeces, aunque tienes cientos de años; por siempre serás niño, más maduro que cualquier humano. No hay estrellas en tu cielo, ni cometas perdidos; no hay Sol que te alumbre, ni planetas que giren entorno a ti; sólo la nada te hace compañía. Del silencio de tu lengua, se gastaron tus cuerdas; nunca emites sonido, sólo transmites pensamientos.             Cuentan que viniste del lado oscuro de la Luna, que vives en el centro de la Tierra, dentro de una bola de magma. Eres hermafrodita, pero, no procreas. Eres eterno, naciste con el universo. Cuentan que te comunicas con los que duermen, que apareces en sueños; mucho dicen pero, nada aseguraré hasta encontrarte.
¿Por qué, los niños, juegan a matar… Las niñas a amar? Porque, todos, jugamos. No puede tomarse enserio.   Porque te ríes conmigo y no de mí. Por eso cedo. Me comparto. Porque, solo, me enajeno. Y, contigo, voy sonriendo.   Todos vamos jugando. Como en casino. Ésta es la ruleta. ¿A qué número apuestas? Mejor, sería saber qué saldrá. Pero, ¿cómo hacerlo?   No te encasilles en celdas. Un  hogar con puertas cerradas, es cárcel. No gastes tus suelas entre cuatro paredes. Así como creces debes madurar.   La tarea de ceder, no cuesta cuando amas. La de crecer, duele. Mas, ese es el precio. La vida, es fácil, cuando disfrutas. No hay razón sabia para ser reacio.   Bebo el rocío de la noche, la brisa de mañana. Al mar, voy a ahogarme en penas. Es que: llevo abiertas las venas. Por ellas mana lo que no niego: mi vida.   A Tu lado camino, Dios de las alturas. Ahora, ¿cómo así? Me dirás tú. Más que negro, soy azul. Azul de amor. Azul de pena.   Afila tu vista. Corta tus uñas. Poda tus garras. Haciendo caricias. Mansos seremos cuando amemos. La enajenación moderna es un pozo ciego.
La película transcurre lenta, amena, casi apaciblemente; la acción ha terminado. Algunas escenas se repiten, todo para crear en las mentes los extraños deja vu,  misticismo para atraer sombras… misterios y temor hay dónde acaba nuestro mundo. Los círculos se cierran, por siempre hambrientos, abarcando cada vez más conocimiento; para recomenzar luego, para que las verdades se instalen, principio firme para la evolución del hombre… todo lo que no posee sustancia verdadera desaparece.             En medio de la oscuridad, los espectadores hacen lo que quieren, siempre en silencio. Cuando llega la luz de quien proyecta la película se establece el orden. El rayo primitivo penetra por los poros, iluminando los pensamientos. El aura cambia con las emociones… se prepara a los antiguos pasivos para la batalla, se los entrena en la frialdad ante el dolor y la necesidad, ante el monstruo del amor Eros.             Los asientos, en el cine universal, son cómodos para los perezosos, los cuales suelen dormirse antes de que sea la luz.             En un instante, la película termina, todos corren hacia sus antiguos hogares, pero, jamás olvidan la experiencia. Lo que todos se preguntan y pocos logran averiguar es: ¿quién hace correr la película, trayendo luz? Son los menos quienes llegan a conocer el hogar del extraño anciano, del que es la tarea primordial. Dicen también, quienes nunca hablan, que el anciano enseña un camino particular a los osados que buscan su cubículo. Junto con el privilegio viene la tarea de iluminar…
No tengo esperanza. Nada me mueve. Mis sueños los deseché por ser lo que son: sólo sueños. Soy ateo. Pesimista. Podría decirse que estoy muerto y enterrado. Pero, todos tenemos, (aunque sea), un pequeño corazón. Hace tiempo, (desde joven, en realidad), me gusta tirar el dinero a la basura… visitando prostitutas y casinos. Esta es mi historia de amor. Si es que puede llamarse así a esa pasión desenfrenada que nos caracteriza a usted y a mí, estimado amigo.   La conocí en un burdel, bailando, (o lustrando), el caño. Su figura, me pareció exquisita. Al momento, quise poseerla, destruirla. Cancelaría mi visita mensual al casino a cambio de toda la noche con ella. Era sublime, (si es que una puta puede serlo). La poseí. Luego, charlamos. Me puse el antifaz de Romeo, sólo por jugar con ella. Le pinté el mundo color de rosa. Cayó en mi trampa. La saqué del quilombo sólo para esclavizarla, diciendo todo el tiempo “te amo”. Es tan fácil engañar las mentes desesperadas. Pero, su consecuencia, no es tan sencilla de digerir… La acostumbre a la miseria. Solía golpearla, encerrarla sin darle de comer y demás torturas que las musas enfermas me dictaban, al oído. Pero, siempre, luego de la tortura, por lastima y juego morboso, la llenaba de besos y caricias. Siempre diciendo las palabras mágicas. No sé cuando, la cuestión es que terminé realmente enamorado. Locamente. Perdidamente. Ese fue el fin… Dicen, quienes saben, que, el que más ama, más se entrega; es más esclavo. Se invirtieron los papeles. Sólo que, ella, era pura; no me torturaba de forma directa; únicamente con indiferencia. La amé, como jamás antes había amado; sin guardar nada. Pronto, se aburrió. La empalagué, como lo hace toda miel comerciable. No tardó mucho en abandonarme. Entonces, mi mente, se quebró; no pudo soportar el golpe bajo. Mi única amiga, hoy día, es la soledad; (la amaré por siempre). Mi carcelera, la locura. Mi alimento, pastillas. Aún así, muchos son los juegos que practico. Dicen que el sendero es uno; que puedo estar más adentro o en la superficie. Pero, son tantos los desvíos…
Mientras, Ariadna, desenrolla su ovillo, las ratas se esconden, espantadas por la luz del hilo. Ella, sabe de sus ocultas y expectantes compañeras nauseabundas. Por eso, nunca deja su trabajo; tampoco duerme. Sólo hace su tarea con esfuerzo y dedicación; con el corazón lleno de fuego. Su temor, lo conoce: los hilos tienen fin; su ovillo, también. Apresurarse a encontrar una nueva punta, no es tan difícil. Pero, la lana se termina, el fuego se apaga y Ariadna desespera: las ratas llegan. La luz se va; todo es oscuro. Queda petrificada, secándose por dentro. Pronto, los roedores comienzan a deglutirla. Algunos, van por sus piernas. Otros por sus senos. Pero, quien se lleva la mejor parte, es la que ama su a ojo izquierdo. Porque, como dijo la serpiente: “…sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios…”.
El agua corre por el lomo del camello; En el desierto, nadie vive sin naranjas. Los limones se chupan a medias… ¡claro! ¿Quién come todo el plato sin eructar?   ¿Qué soneto cantas, rata, a tu bella alpargata? Descalzos, los santos, digieren Zoroastro´s; Matan magos por matar, puro instinto animal. Cacofónica casa de caracol… ¡gol, Diego, gol!   Calma, chamán; clama a Brahma; Siéntate en el techo, de nuevo. Aquí nadie dice lo que piensa; Aún así, todos dejan secuelas.   Vuelve al bálsamo de vulvas, bajo vidente; Tu asno saturado de sarro ofende moros. ¿Ma´ que Picasso?... Nadie pinta como piensa. Vuelve al océano, asno encerado; todo dorado.   Mata Marta su gris materia… ¡mandarinas! ¿Ma´ que amor? Suicidio, dolor, arrullo y sudor. ¿Suicidio con honor? Dormir sin color ni cloro. El horror del oro es el amor… ¡Sin Sol!
“El trabajo del sabio consiste, primero, en mirarse objetivamente al espejo, para saber quien es. Una vez que se ha visto, toma la tarea de convertirse en oro por medio de dos principios: el estudio y el trabajo. Así como todos tenemos un límite, el hombre sabio también lo tiene: habrá cosas que tolerará, sus fuerzas se agotan…”               Por lo que he entendido, aquí, el ermitaño refiere al principio para la sabiduría. Esta es la primera frase del cuaderno, por lo tanto, esto pienso. El despertar de la consciencia se hace mediante el conocimiento de sí mismo. Para hacerlo, uno debe ver quien es, de modo objetivo, o sea, fríamente, (sin orgullo o vanidad). En mi parecer, y, según el ermitaño, un sabio es de fuerte ética, puesto que, si toma “la tarea de convertirse en oro”, es porque ama la virtud, (aunque se permita ciertas debilidades). El solitario perece ser del pensar de que, el hombre, (lisa y llanamente), vino a la Tierra a aprender; puedo deducir, (por su cuaderno), que a ese trabajo dedicó su vida. Para adquirir un nivel superior de espiritualidad, dice que se debe obrar en base a dos principios: el estudio y el trabajo. Quien quiere poseer este grado, debe contemplar sus propios actos, dichos, pensamientos, y emociones; debe pesarlos en balanza, (fríamente), razonando, y aplicando la lógica, (todo debe estar fundamentado en la razón y la experiencia, esa es la base de la cordura); para, luego, purificar los actos viciosos por lo que él mismo considere superior; (a medida que desarrolla su inteligencia, podrá alcanzar valores más diáfanos). Lo que intenta transmitir en la última oración de esta primera frase, el sabio, es, para mi entendimiento, que nadie nunca llega a la completa perfección… el principio oculto en esas líneas es la tolerancia. Base ésta que procura preservar la razón, (evita que el sabio se afane por ser el ideal encarnado, hundiéndose en la demencia). Esto no significa que se permitirá todo, al contrario, insta al esfuerzo, pero, equilibra la balanza con misericordia.
Hoy el Sol me sonrió… temeroso, me escondí detrás de un árbol. Observándolo, me perdí entre líneas sinuosas, desvariando. Pero, un ave mensajera, y valiente, cantó, diciendo: “Sonríe, has caído en gracias a tu Padre”. Entonces, devolví la sonrisa al Sol, viendo delante un espejo, y vi… Vi que mis tinieblas eran brillantes, y sudaban rocíos diáfanos; Vi que no era el monstruo que siempre me había creído, Sino un arlequín gracioso, y siniestro, Del cual el brillo de los dientes espanta; Que no estaba loco, sólo soy un tanto extraño; Que no estoy solo, porque los espíritus siempre me acompañan… Vi, ¡oh cielos y avernos! Que había refinado mi oro, Que sublimaba el plomo. Así, al caer en cuenta, al conocerme mirándome en el espejo, Prorrumpí en un llanto pacífico, desahogando mi alma turbia.   El Sol dijo algo, algo como: “Di al mundo lo que has visto, Di que encontraste luz, Que es gratis, y hay en abundancia”.
Sonreír
Autor: Facundo Emanuel Cortina  512 Lecturas
La sospecha de que la realidad no era real Se me hizo certeza cuando morí; Entonces vi que todos somos espíritu… Sólo somos colores flotando en la nada.   La canilla rehusaba la cara, Ahí comprendí la fuerza de la violencia… Todo es culpa de los elefantes sin calcio; Dime: ¿de qué sirve el marfil sin calcio?   Un guardián ciego saca a pasear al Sol cada mañana, Todo para encerrarlo al anochecer. Nadie vive una vida encantada, La cruda realidad a todos nos golpea.   Se fragmenta el lente, y ves todo en colores… Suspiras, y tu espíritu se va con el aliento… Los átomos estallan, y las células se dividen… Los cometas rozan la tierra para transformarla…   Todo esto sucede cuando el gallo canta a medianoche.
Amé en silencio… con ojos intrépidos y vana ilusión, Con tripas y manos cálidas… acariciando la nada. Soñé contigo, estando despierto; soñé verte en mi lecho. Corté el pasto, lustré los muebles, pinté mi casa, Prendí sahumerios, saqué la basura y hasta, Tontamente, me acicalé. Disequé mi cerebro y mis ojos; su jugo condensé en sabia. De allí extraje, como un tumor benigno, Tu cara dorada al Sol, tu espalda bañada en Luna. Besé al viento, bailé con mi sombra, le hice el amor a tu espíritu…   Luego, cerré ventanas y persianas, Me dejé una larga barba. Acostumbré mis ojos a la noche, Mientras te desnudabas, pegada al techo. Fascinado, te entregué mi antigua alegre vida; Me absorbiste como lo hace una obsesión. Después, al morir, mi cuerpo se disecó, Y sólo quedó polvo, sin energía.   De mi corazón, una lucecita se fugó, (Nadie muere enteramente).   Hoy bailas tú con tu sombra, Dentro de mi casa, Dónde mi ánima te observa.
Estas son las glorias De las que el diablo se jacta, Para mí, sólo vergüenzas. Prólogo:             Luego de años de hablar con demonios, sufriendo su incansable tortura, he llegado a conocer al enemigo. Éstas son sus capacidades y límites.             Dicen los maestros en guerra que, este conocimiento, es fundamental en batalla; espero sea de bendición para ti, aunque supongo que al enemigo no le gustará mucho que te enteres cuales son sus armas y flaquezas.             Gloria a Dios; luz al hombre. Índice: PODERES DEL DIABLO EL ENEMIGO EN LA MENTEEL ENEMIGO EMPUJAEL ENEMIGO EN OTROSLA AYUDA DE DIOS NUESTRA TAREA EPITÁFIO PODERES DEL DIABLO EL ENEMIGO EN LA MENTE   JEHOVÁ es un Dios razonable, con inteligencia fundó el mundo, con sabiduría lo afirmó. Es de esperarse, de un Dios así, que sus mandamientos sean sabios. Todo lo contrario es el enemigo. Él no razona, ama la mentira y, aunque puede convertirse en ángel de luz, esto es sólo un engaño; tal jamás es puro. Ahora diré un secreto: no todo lo que se cruza por nuestra mente es propio; los ángeles nos advierten de peligros, los demonios nos hablan en intenciones, (pensamientos sin sonido), el Espíritu Santo nos da presentimientos y cargas. Razona conmigo: ¿estás de acuerdo con todo lo que supuestamente “piensas”? El ojo de la mente es como un oído, que se agudiza cuando tomamos conciencia, cuando vemos lo verdadero. EL ENEMIGO EMPUJA   Cuando al diablo no le gusta lo que pensamos, hacemos o decimos, éste usa su energía para quitarnos del camino. No todo lo que se opone a nuestra corriente es malo; Dios da señales, y hasta los inconversos conocen algo de verdad.   Como se habrán imaginado, al enemigo no le gusta que nos soltemos de sus trampas… cuando uno intenta razonar sobre un tema, (algo de lo que no estamos seguros o dudamos que provenga de Dios); y, al hacerlo, uno se distrae, o siente que debe hacer fuerza para pensar, es que una fuerza ajena se nos opone. Jah, por su buena voluntad, hace tanto el querer como el hacer en nosotros, por lo tanto, es de esperarse que, si en nuestro corazón está hacer tal o cual cosa, ésta venga del Padre. Por el contrario, el diablo nos empuja a maldición, (si probamos obedecer el impulso, éste nos dañará; si lo razonamos, no será puro).   Cuando Jah nos impulsa a cierta actividad, nos sentiremos mal al no obedecer, (no disfrutaremos de lo que hacemos); de hacer caso, hallaremos paz.   Podrás reconocer al enemigo porque nunca su intención es pura, por siempre amará la mentira. Aunque sea dura al amonestar, Dios siempre dice la verdad, en sus tres personas. Esto ayudará: el diablo suele tratar de hacernos sentir mal, humillarnos; intentará que nos alejemos del ejemplo divino, nuestro Señor Jesucristo; nos empujará para mantenernos dormidos, en una fe sin obras, sabios en nuestra propia opinión, legalistas, y demás impurezas que manchan nuestras vestiduras. Hay pecado que se limpia con fuego, otro con esfuerzo; pero, nunca se cosecha sin antes sembrar. La bendición viene del cielo, pero, son los fieles quienes mueven Su mano. Gloria o vergüenza tenemos por nuestras obras. Por más maduros que estemos, todos pecamos, aunque más no sea de pensamiento; pero, en la gracia, hay salvación. EL ENEMIGO EN OTROS   Podemos reconocer cuando usa a alguien porque, el diálogo se tornará violento e insistente. Al enemigo no le gusta que pensemos, mas, podemos acercarnos confiados al trono de gracia de JEHOVÁ. El Padre también empuja, pero, al bien, y, si lo pedimos, nos deja meditar que hacer, siempre respetando el libre albedrío. Éste trata siempre de instarnos al bien: nos motiva con dulces promesas, y amonesta si torcemos el camino.   Cuando los demonios buscan extraviarnos, puede usar a alguien para intentarlo. Así aconteció al Cristo, cuando Pedro le dijo que renuncie a su propósito. Una vez habla Yavhé; si insistes, puede que te de la razón, pero, no será Su voluntad. Escucha Su primera palabra y mantente firme; pruebas vendrán más, quien espera en Jah verá Su gloria. LA AYUDA DE DIOS   Dios nos ayuda mostrando el camino en nuestra mente: pensamientos de luz nos iluminan el sendero al transitar. Razonar y recordar las lecciones aprendidas nos ayudará mucho, (mejor es el prestar atención que la grosura de los carneros). NUESTRA TAREA   Tarea nuestra es ignorar lo que el enemigo nos empuja a hacer. Tampoco debemos prestar atención a lo que dice; aunque, a veces, éste nos sirva. En ese caso debemos esperar que la palabra sea confirmada. Cuando uno tiene la presencia de Jah, el diablo nos sirve.   También es tarea esforzarnos mientras nos den las fuerzas; si más no podemos, la gracia será suficiente. EPITÁFIO   Estas son las glorias del padre de la mentira, el príncipe de las tinieblas, el dios de este mundo; con estos poderes extravía a los hombres.

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