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El solEl vientoLa lluviaEl tiempoReúnen el polvo blanco para formar mis huesosLos gusanos vomitan para crear mi carneLas moscas recogen sus huevosMi alma se instalaMi cuerpo se levantaMi pecho escupe la balaEl revolver la guarda
Etreum im
Autor: Añete  1154 Lecturas
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La Obra
Autor: Añete  1058 Lecturas
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La papelera(fosa comun)
Autor: Añete  916 Lecturas
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Odio
Autor: Añete  890 Lecturas
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Soy Dios
Autor: Añete  867 Lecturas
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La bestia
Autor: Añete  780 Lecturas
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El guardian de tu destino
Autor: Añete  774 Lecturas
El loco descifro la clave y la guardo en su mente.El cuerdo sigue buscando, puede que no la encuentreEl loco vive dormido, los sueños se pasean a su aire por la realidadEl cuerdo padece de insomnio y le pesa la vidaEl loco ve mas allá de lo que hayEl cuerdo esta ciegoEl loco conoce a todos los cuerdosEl cuerdo no conoce loco algunoEl loco no tiene rostroEl cuerdo no deja rastroEl loco soy yoEl cuerdo también
El loco y el cuerdo
Autor: Añete  704 Lecturas
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Cuando despierte
Autor: Añete  693 Lecturas
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Una mano cogio un piedra y la lanzoCon tanto odio que el brazo dislocoY la piedra despertóObservando en derredorAyose feliz de su posiciónEl tiempo paroCon la luzQue en movimientoLento avanzabaUn momento discutióSobre la vidaEl universoLa soledadLa amistadEl amorEl perdónLa razónLa sinrazónLas cosa cotidianasLas del almaUn sinfín de inquietudesQue albergaba en su serY respuestas que quería tenerLa piedra durmióY el tiempo comenzóEn la cabeza de Imán su viaje truncoImán durmióSus dos hijos dejoLa sabana blancaQue a su cuerpo envolvióDe repente sangroSu juicio acaboLa sentencia se cumplióImán murió.
En un momento
Autor: Añete  691 Lecturas
Los ojos están cerrados, y nada existe. De repente se abren y aparecen. Me materializo, al igual que el resto de las personas y edificios que se encuentran delante de ellos.Los ojos empiezan a hablar conmigo, yo contesto aparentemente lo que me pregunta, mis palabras y mis movimientos siguen un guión, un guión respetando un destino incomprensible para mí.Me siento obligado a contestar con palabras que no salen de mi mente.-¿Qué tal, Pedro?-. Le digo a los ojos que están en la oscuridad, sin saber porque he hablado.-Hola Juan, venia a preguntarte si vendrás después a la fiesta de Andrés-. Me contestan los ojos provenientes de la oscuridad.Donde me encuentro no existe nada, salvo lo que abarca el campo de visión de los ojos flotantes. Si los ojos giran a la izquierda, se materializan edificios nuevos que van apareciendo por la izquierda, al tiempo que desaparecen los de la derecha que salen del campo de visión. Si giran a la derecha, ocurre lo mismo pero a la inversa. Si los ojos miran hacia abajo aparece suelo nuevo y el cuerpo que debe sostener a los ojos, pero solo hasta la altura del pecho.Yo levanto el brazo en contra de mi voluntad y lo paso por detrás de los ojos, en lo que se supone que debería estar la espalda de su cuerpo. Mi brazo desaparece al salir de su campo de visión. Yo estoy aterrado, aunque mi cara ofrece una agradable sonrisa, no articulada por mí.-Si, claro que iré, Pedro. A las nueve nos vemos allí-. Digo lleno de pánico mientras muevo lo que me queda de brazo como si estuviese dando palmaditas en su supuesta espalda con un supuesto brazo completo.-¡Muy bien!, entonces allí nos vemos, ¡hasta luego!-. Dice la voz de los ojos que se giran, y mi miedo es may…-si no recuerdo mal, a las nueve me dijo que vendría-.le dijo Pedro a Andrés-¡creo recordar!-.
El recuerdo
Autor: Añete  669 Lecturas
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En la oscuridad de la noche
Autor: Añete  662 Lecturas
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La cienaga
Autor: Añete  662 Lecturas
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El intrepido guerrero
Autor: Añete  660 Lecturas
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El hombre gris
Autor: Añete  656 Lecturas
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La silla electrica
Autor: Añete  644 Lecturas
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ClickExplosión donde aparecen millones de estrellasUna habitación vacíaClickMateria sin luzFin de la vidaClickEstrellas rebotando en universos rojos, verdes, amarillosUn escritorio de maderaClickInterior de agujero negroFantasmas irracionalesClick- Alfonsito, estate quietesito con el interruptor de la luz, coño
Click
Autor: Añete  632 Lecturas
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José le puso la correa a la perra, y cuando estaba a punto de sacarla a pasear hablo Ana. -Espera papi, que yo también voy contigo a pasear con Hanna-. Hanna era la pequeña mascota de la familia, una perrita de pelo largo y de color marrón gris o gris marrón, de raza chucho cruzada con chucho y muy cariñosa. Ana era la hija pequeña de José, tenia cinco años, media melena de color castaño y le llegaba a la cintura con su estatura. Quería mucho a su padre y este también a ella. No le ocurría lo mismo con Sonia, de diez años, morena y en altura le llegaba a los hombros. Ni le ocurría lo mismo con su esposa Maria, morena como Sonia y de igual estatura que José. Hacia dos semanas que no sabia nada de ellas dos. Un buen día llego de trabajar y en la casa solo estaba Ana y la perrita. El resto de su familia se fue sin darle ninguna explicación. José no sabia que tan grave les pudo hacer para que los abandonasen. Tenia la sensación de que tenia algo que recordar, pero que su mente bloqueaba. No entendía nada de lo que le había ocurrido. -Muy bien, pero ponte la cazadora que ya ha anochecido y hace bastante fresco en la calle-. Le dijo José a Ana. Cuando la pequeña se puso la cazadora, los tres se pusieron en camino. Ya en la calle, José se alegro de haberle dicho a la pequeña que se pusiera la cazadora, pues esa noche estaba refrescando de verdad. José solía pasear a la perra en un parque que se encontraba a tres calles de su casa. Llegaron al parque, y este estaba poco iluminado. A José nunca le había preocupado la poca iluminación del parque, pero ese día cayo en la cuenta al notar como Ana apretaba con fuerza la mano de la que estaba agarrada. -No te preocupes, yo vengo todos los días y no pasa nada cariño-. Dijo José tratando de tranquilizar a Ana. Las palabras del padre surtieron efecto en la pequeña, ya que esta se relajo un poco. El parque era una gran zona verde rodeada de setos con algunos árboles milenarios (que seguramente llevaban allí mas tiempo que la propia ciudad) y partido por un camino de tierra que serpenteaba por todo el perímetro, justamente por donde paseaban en ese momento los tres tranquilamente. La sombra de alguien apareció tras un árbol, y el individuo se interpuso en el camino. José puso a Ana tras de si, y la mascota que estaba sujeta por Ana se puso tras ella gimiendo de miedo. El sujeto sacó algo del bolsillo de su sudadera, apretó un botón, sonó un chasquido y una hoja plateada se iluminó en la oscuridad de la noche. -Dame lo que lleves encima-. Dijo el individuo de la sudadera moviéndose nervioso, apoyando su cuerpo sobre un pie, para después apoyarlo sobre el otro, y así sucesivamente, como si fuera la danza de alguien que estaba en trance. Con el brazo derecho se agarraba el brazo izquierdo, que era el que sostenía la navaja, y temblaba como un cachorro. Parecía como si tuviese frío, pero su cara desvelaba un gran dolor. El “zurdo” tenia el síndrome de abstinencia. -No llevo nada encima-. Dijo José agarrando con las dos manos por detrás a Ana. -¿Qué haces? Pon las manos por delante-. Dijo el yonki totalmente nervioso. -No llevo nada encima ¡de verdad!-. Dijo José también nervioso y mirando a Ana de vez en cuando. -¡Que pongas las manos delante! ¡Joder!-. Volvió a decir el yonki acercando la hoja plateada a la cara de José. José soltó inmediatamente a Ana y agarró el brazo con el que el yonki sujetaba la navaja. -¡Corre Ana! ¡Vuelve a casa corriendo!-. Le dijo José a Ana mientras forcejeaba con el yonki. -¡Pero papi, si yo no se el camino!-. Le contestó Ana entre sollozos. -¡Que corras te digo!-. Gritó José. -¡Cállate ya, loco imbecil!-. Gritó el yonki tumbando a José de un puñetazo con el brazo que le quedaba libre. Ana salio corriendo, y como no sabia donde ir, se escondió tras uno de los árboles milenarios. Acurrucándose y apretando con fuerza a su perrita. Estaba un poco lejos, pero alcanzaba a oír el forcejeo. De pronto el ruido cesó. A los pocos segundos escuchó como si desde el punto de la pelea alguien se acercaba corriendo hacia donde estaba acurrucada. Una sombra pasó muy rápidamente a la vera de Ana y desapareció tras ella en la oscuridad. -Papi, no me dejes aquí-. Musitaba Ana sin dejar de de llorar y con las manos cubriéndose la cara. Ahora tendría que encontrar el camino a casa sola, ya que su padre se fue corriendo y no la vio al pasar. Pensó Ana. Empezó a llegarle el sonido de unos pasos que se acercaban, y parecía provenir desde el punto de la pelea. El hombre malo viene hacia aquí, y me va hacer daño. Pensó mientras apretaba su cabecita contra la perrita, como si tapando sus ojos desaparecería para todos los demás. Notó como una mano la agarraba por la cintura y la levantaba. Ana tenía mucho miedo. -Tranquila guapa-. Dijo la voz de su padre -Ya se ha ido, no tengas miedo-. Le dijo José apretándola contra su pecho. Ana descargó todo su llanto a la vez que abrazaba con fuerza a su padre. -He pasado mucho miedo papi-. Le decía Ana a José mientras volvían de vuelta a casa. -Ya lo sé cariño, yo también he pasado mucho miedo. Pensé que ese hombre te iba a hacer daño-. Le habló José. -Papi ¿Te ha hecho daño ese hombre malo?-. Pregunto la pequeña. -¡Que va! Al contrario, parece que la pelea me ha rejuvenecido, de hecho, nunca me había encontrado mejor-. Le contestó José sonriendo. Cuando quisieron darse cuenta ya habían llegado al portal del edificio donde se encontraba su hogar en la primera planta. Planta que compartían con Pepa, una vecina un poco huraña. Una mujer mayor que daba la impresión de no haber estado jamás con un hombre. José y la pequeña subieron a la primera planta y se encontraron con Pepa, que parecía haber llegado de estar cenando con alguna amiga o con algún familiar. José la saludó como siempre que se cruzaban con ella, pero esta lo ignoró por completo. Normalmente Pepa levantaba la cabeza en modo de saludo sin decir ni una palabra, pero esa noche ni siquiera se dignó a mirarlo. Nuestra relación va empeorando. Pensó José. José abrió su puerta, y cual fue su sorpresa al ver dentro de la casa a Sonia y Maria que fueron corriendo hacia él para abrazarlo. José estaba lleno de gozo. -¿Por qué os fuisteis y nos dejasteis solos?-. Les dijo José a modo de reproche, aunque desbordando una alegría que se notaba a kilómetros. -Perdónanos cariño, ya no volverá a ocurrir, te lo prometo-. Dijo Maria a modo de disculpa. -No te preocupes, lo que importa es que ya estáis aquí de nuevo-. Término diciendo José. Al otro día por la mañana, Pepa, la vecina se encontraba fuera del portal del edificio hablando con una vecina del edificio contiguo. -¡hay que ver! Todavía no me lo creo, después de lo que pasó, pobre hombre-. Dijo la vecina del edificio contiguo. -¿Se da cuenta?-. Dijo Pepa. -Quizás es lo mejor que le podía haber pasado-. Siguió diciendo Pepa. -No diga eso Pepa-. Le reprocho la vecina. -¿Sabias que lo encontraron agarrado de la correa de su perrita?-. Preguntó la vecina a Pepa. -No me extraña, todas las noches salía con la correa en la mano-. Dijo Pepa. -¡Lo que es la vida! Hace dos semanas, el accidente de tráfico donde falleció toda su familia, hasta la perrita murió, y ayer sin ir más lejos le quitan la vida de una puñalada en el corazón dentro del parque-. Dijo la vecina. -Si, es una pena-. Terminó diciendo Pepa. Pepa no lo sabia, pero justamente en la primera planta del edificio donde se encontraba hablando con su vecina, una familia desayunaba felizmente todos juntos, queriéndose, riendo y hablando. Donde uno de los miembros de la familia decía –Desde que volvemos a estar juntos, me habéis devuelto la vida-.
Me habéis devuelto la vida
Autor: Añete  630 Lecturas
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Raspaúl
Autor: Añete  627 Lecturas
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El anciano Siempre viajaba con ese viejo baúl. Un baúl mucho más que viejo que el.  Decían que en el guardaba sus más preciadas joyas, sus mejores recuerdos y sus vivencias más felices, pero de todos era sabido que el viejo jamás se lo enseñaría a nadie, pues él no se fiaba, creía que todos estaban en su contra y que la gente querrían arrebatarle lo que dentro del baúl había. Siempre tiraba de él con una o dos manos, pero jamás nadie vio que lo soltase tan solo un momento. Siempre me pico la curiosidad y la codicia. Quien sabe que riquezas no llevaría acumuladas el anciano a lo largo de los años, y estas podrían ser fácilmente para mí.Realmente el anciano no debería ser mucho problema para un joven como yo, sano y fuerte.Lo había decidido, el baúl y todo lo que había dentro de él tenía que ser mío, y esa noche lo seria.Aunque el viejo no tenía un hogar, ya que siempre deambulaba de un pueblo a otro, cada vez que se encontraba en este, siempre dormía en unos establos que se encontraba justo a la entrada del pueblo, o la salida, según vayas o vengas.Cuando alcanzo la media noche, me encontraba de pie mirando al viejo como dormía junto al baúl, con una mano en un asidero y el otro brazo abrazando el baúl. Estaba claro que no podría quitárselo sin que se diese cuenta, así que con una pala que había apoyada junto a la entrada del establo, le aseste un golpe en la cabeza para dejarlo inconsciente, pero la mala suerte hizo que lo desnucara y que el viejo pereciera en el acto, mejor, así no tenia que preocuparme por si despertase.Eche a un lado el brazo que rodeaba el baúl e intente que la otra mano del difunto soltara el asa, pero parecía que estuviese soldada. El viejo muerto como estaba, parecía que todavía luchaba por su viejo baúl.-tienes que tener cosas muy valiosa aquí dentro viejo-dije sonriendo. La sonrisa se me desdibujo de la cara cuando comprobé que realmente me iba a costar hacer que el viejo soltara el asa. Con mis dos manos agarre de la muñeca, y con las piernas hice presión contra el baúl, pero la mano muerta no quería soltar su tesoro. Cansado me senté al lado del baúl y para apoyarme me agarre al asa de este, cuando para mi sorpresa la mano del difunto se dejo caer hacia el suelo dejando su presa libre.- Por fin -pensé -el baúl es mío ahora y  nadie me lo va arrebatar, tengo que buscar un sitio seguro para el-.Empecé a tirar del baúl dejando atrás en el establo el cuerpo sin vida del anciano. tenía la sensación de que mi mano había dejado de ser mía, como si ahora perteneciese al baúl, que si quisiera soltarlo no podría, pero solo era una sensación, además porque iba a querer yo soltar el baúl, ahora que era mío para siempre.Tenía que saber lo que había dentro, pero eso no era importante por el momento, ahora tenía que buscar un lugar seguro para el baúl, no vaya a ser que alguien quisiera quitármelo, tenía que encontrar ese lugar, aunque me llevara toda la vida encontrarlo, cuando lo encuentre y tenga la certeza de que es seguro, ya mirare lo que hay dentro del baúl.
El baúl
Autor: Añete  624 Lecturas
Tengo sueño, mucho sueño, mis parpados están echando un pulso contra mi voluntad, la realidad se separa de mi, dando paso a la bruma confusa de pensamientos que se desarrollan hasta convertirse en realidad, la falsa realidad, o mejor dicho, porque falsa no es, a la otra realidad.El suelo desaparece dejando bajo mis pies un abismo negro y con vetas blancas de luz enroscándose en un remolino infinito, todo ocurre en una milésima de segundo, que es lo que dura el vértigo que me produce la caída libre hacia el interior del remolino.Me despierto sobresaltado y con una desagradable sensación de miedo y agobio enroscándose en un remolino.Me da miedo volver a quedarme dormido, no quiero que me vuelva a ocurrir, pero el sueño se vuelve a apoderar de mi, y se que la lucha en su contra será inútil.Decido levantarme del sillón, apagar el televisor y acostarme en mi cama a dormir, porque se que mi cama no tiene los remolinos que guarda mi sillón.
Tengo sueño
Autor: Añete  623 Lecturas
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Movimiento
Autor: Añete  622 Lecturas
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La rama
Autor: Añete  620 Lecturas
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Una cancion en ingles
Autor: Añete  615 Lecturas
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Sin perdon
Autor: Añete  614 Lecturas
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Divina humanidad
Autor: Añete  613 Lecturas
Dios empezó a sentirse mal, le daban arcadas, no aguanto mas y vomito el universo, el universo vomito el sol, el sol vomito la tierra, la tierra vomito los mares, los mares vomito la vida, la vida vomito al hombre, el hombre vomito a dios e intento matarlo dándole patadas en el estomago y dios empezó a sentirse mal, dios vomito a distintos dioses por todo el mundo y el hombre tuvo miedo y tan solo llego a insultar a los dioses, dios se sintió mejor y con mas seguridad, dios se comió a todos los dioses y quiso gobernar, el hombre vio que dios estaba solo de nuevo y con rabia volvió a golpear a dios, pero esta vez hasta que acabo con su existencia, el hombre vomito al diablo, el diablo vomito al hombre, el hombre vomito al diablo, el diablo vomito al hombre, por los siglos de los siglos venideros amen.Udo ocurren cosas como estas últimamente.
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Espiritus callejeros
Autor: Añete  605 Lecturas
Era sábado por la noche, y mi mujer, mis amigos y yo cenábamos en un chino. El restaurante era más bien de estilo moderno, muy poco recargado de motivos chinos y una cristalera que abarcaba toda la fachada. Nuestra mesa estaba pegada a la cristalera y detrás de la cristalera se podía ver a cientos de personas deambular de un lado para otro, no era raro, estábamos en la zona de restaurante que lindaba con la zona de marcha.Al final de la calle alcance a verlo. Era un ser que se arrastraba por el suelo, ayudándose con sus brazos que acababan en garras. Andaba sobre sus garras porque las piernas o patas (lo digo porque parecía un hombre pero no lo era), estaban como machacadas, hecha jirones, como un pantalón destrozado. Avanzaba hacia mí, dejando un reguero de líquido negro que le brotaba de las piernas o patas destrozadas. Venia sin quitarme la vista de encima, destrozando a quien se le cruzaba en el camino, pero la gente no le echaba cuenta, ni siquiera las victimas se alteraban. El ser estaba cada vez más cerca de la cristalera.Mi mujer me miraba y me llamaba -Juan-.Pero yo seguía mirando al ser que estaba dejando el vaho de su respiración en la cristalera.-¡Juan!-. Me volvió a llamar mi mujer agarrándome de la mano.El ser reventó el cristal y se abalanzo hacia mí. Yo lo agarre por el cuello y le clave los palillos chinos en la traquea.- ¡esta mañana te machaque las piernas y te dije que si volvías te machacaría entero!-. Le dije al ser nauseabundo.-¡Juan!-. Me grito de nuevo mi mujer sarandeandome.-¿Qué cariño?-. Le dije yo.-¿te has tomado hoy la pastilla?-. Me pregunto ella-hum..., no, no no, cariño-. Le conteste yo.-¡pues déjate ya de tonterías! ¿He?-.me dijo ella enfadada.-si, si, claro-. Le dije mirándola con la cabeza medio agachada.Me senté bien, me arregle la chaqueta y seguí cenando, mientras el ser repugnante estaba destrozando el local y despedazando a los apáticos comensales del restaurante.
Tonterias
Autor: Añete  600 Lecturas
Soy la que uney la que emparejay la que esta en medioy el puente de las ideasal final voyal final estoyal final soyyendo primeroayer segundoen mayo terceroen la playa cuartoen medio de reyesy... creando incertidumbre
La jirafa volteada
Autor: Añete  595 Lecturas
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El eje de Geminis
Autor: Añete  595 Lecturas
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Piedras
Autor: Añete  594 Lecturas
Ella me lleva de la mano, pasamos por el parque, el viento mueve la rama de un árbol, y yo la observo, se mueve de arriba hacia abajo, de izquierda a derecha, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez...-vamos nene-. Me dice ella tirando de mí suavemente.Yo la miro y veo su boca moverse mientras me habla, me llegan sonidos confusos al oído pero no le presto atención, me gusta ver como su boca se mueve.Paramos al borde de la carretera esperando. Un dibujo verde de un muñeco aparece en la ventanita de lo alto del poste, ella tira de mí suavemente, el muñeco brilla mucho, es de un color bonito.Ella me suelta la mano cuando estamos frente a un kiosco y mete su mano en el bolso, saca dinero y se pone a hablar con el señor que esta dentro. Me gustan los kioscos, ella me dijo que así se llamaban, y me gusta porque hay muchas cosas bonitas. Una mariposa pasa por delante de mi, yo la miro, me gustan las mariposas, voy detrás de ella, bajo el bordillo y la sigo, escucho un pitido ensordecedor, miro y veo un enorme camión acercándose, un pájaro se cruza delante de mi bajando el vuelo y posándose en la tierra del parque, un perro empieza a ladrar corriendo detrás del pájaro y el pájaro vuelve a levantar el vuelo hasta elevarse por encima de los edificios. -¡NENEEEEE!-.El pitido es cada vez mayor.
A mi aire
Autor: Añete  586 Lecturas
las garras del dragon se abrieron para dejar paso a la desnuda ternura presa antaño por las malolientes vejaciones que respiraba alrededor y entonces se dio cuenta del despertar a un universo que jamas ni por asomo pudo soñar,las pestañas se le rizaron hacia tras y dejo de ver el mundo entre rejas,rejas hechas por barrotes que su propio cuerpo creo y que jamas se planteo atravesar, pero ya todo eso quedo atrasahora no tenia miedo de avanzar,ahora tenia miedo tener miedo,de ser mas esclava que su sombra,sin duda las garras querrian volver a cerrarsepero ya no se acurrucaria para que las garras se cerracen facilmente¡no!, ahora se mantendria erguida ahora iba a ser lo que debio sercorreria con el tiempo al rededoracariciaria los segundos que revoloteavan como las mariposas en primavera!ahora si¡!ahora ya si¡!ahora era la hora¡el segundo en un segundo desaparecioy dentro de su pecho amaino la brisa...
La Hora
Autor: Añete  584 Lecturas
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Raspaúl y su navidad
Autor: Añete  581 Lecturas
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Pesadilla
Autor: Añete  580 Lecturas
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Paja
Autor: Añete  578 Lecturas
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Luna llena
Autor: Añete  578 Lecturas
Juan llevaba nueve años intentando a pescar a Aurelio, evidentemente no se llamaba así tan solo era una forma cariñosa de referirse a el.A lo largo de estos nueve años juan había estado a punto de trincarlo muchas veces, sabia por donde se movía este y que lugares frecuentaba, pero Aurelio ya era perro viejo en esto y siempre conseguía escapar en el ultimo momento, incluso se dejaba ver de vez en cuando jactándose de que jamas lo atraparía.El verano del noveno año hizo especialmente calor y tampoco llovió mucho en las estaciones anteriores. A Aurelio le iba mal en sus negocios y eso provoco que tuviese que cambiar de ambientes y de hábitos para poder buscarse la vida.Juan se percato de ello y decidió aprovecharse de la situación. Cogió su coche  y decidido fue en busca de Aurelio.Este acostumbrado a moverse por otros lares (y no es que no conociese la zona, simplemente que no se sentía tan seguro como antaño) trataba de andarse con ojo, pero ¡que coño! el no tenia enemigos, salvo el tipo que llevaba nueve años intentando atraparlo y ese tipo nunca se atrevería moverse por los barrios mas bajos, no lo creía capaz de embarrarse hasta ese punto.Aurelio sumido en sus pensamientos no se dio cuenta de que estaba siendo observado por Juan, y cuando menos se lo esperaba este lo atrapo.Aurelio trato de escapar, pero ya era tarde, estaba inmovilizado.Juan se acerco a Aurelio y lo cogió del cuello apretando mas fuerte cada vez que Aurelio intentaba escapar de la garra de su captor.¡por fin te tengo! decía Juan ante la mirada vacía de Aurelio. ¡Llevaba muchos años detrás de ti y hoy por fin te tengo, dios sabe que he esperado este ansiado momento..., y ahora que te tengo..., no me queda nada...!Juan metió la mano en la boca de Aurelio, y desclavo el anzuelo, lo echo de nuevo al lago y le dijo que ya lo atraparía cuando vuelva a llover,cuando las fuerzas estuviesen niveladas. Mientras Aurelio se sumergía en el barro del fondo del lago sin mirar atrás.
Juan Vs Aurelio
Autor: Añete  574 Lecturas
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