Leerás las palabras,en seguida sabrás de que se trata,pero no entenderás las estelas de luz bajo las letras.No otorgarás a los puntos las pausas q invitan a meditar,ni absorverás la tinta que salpica énfasissobre los signos.Mirarás mis ojos desde la línea horizontal de tu puesta,soltarás conjeturas apremiadasy nunca ciertas,preponderarás tus gustos ante el blanco del papelpero no reconocerás la estrategia en los espacios.Marcarás en mi piel los besos de la nocturnidadque avanza cautelosa encima de las oraciones.Mágico ámbito.Silencio oportuno:tu voz callarás entoncespara disfrutar del poema que en ese momentohabremos comenzado.

Pequeño tan inmensogotita de rocío. ¿Dónde no hay un versoque diga que eres mío?¿Cómo digo que arribael sol a tus pupilas?Si eres el sol que avivadulcemente la vida.¿Cómo ahora te explicoque todo lo que es malode pronto se hace añicosal roce de tu mano?¡Cómo suena tu risa igual a cascabeles!¡Que a mí vengas de prisa,que hasta mis brazos vueles!Pequeño tan inmenso,porque todo lo puedescon ese amor intenso...Hijo, ¡Mágico eres! 

Quise evitarlo. No he podido.Mi pensamiento vuelaallá donde estás,mis manos recorrenla distancia hasta tu cuerpo pero un muro de hielolas detiene sin llegar. Quise evitarlo. No he podido.Mis ganas no vuelven a su lugar.Mis sueños invadesen noches tristesmas nada de esoes realidad. Quise evitarlo. No he podido.La casa, la calle, la amistad,los días, los mates, las palabras,los versos que truncos quedarán.La vida, los libros y la poesía.No sé qué ocurre. No puedo parar. Quise evitarlo. No he podido.Confuso el camino,inseguro mi andar:no sigo adelante,no regreso a casa.No sé decírtelotal vez deba callar.  Quise evitarlo. No he podido.Y no pido nada,nada más que estarun ratito contigocomo si jugandoun barrilete echáramos a volar. 

No era de nadie mi nombre. Dueño el viento dueño el sol dueñas mis manos mi corazón. Pero llega un aciago murmullo una voz, una mirada, un estrépito, un calor. Mi nombre resuena se agolpa, se retuerce y de pronto su dueño sos vos. SC

Permaneceré con los ojos cerradoscomo quien espera soñar sueños bellosque parezcan tener el poderde hacerse realidad.Sueños que por ser tan valiososquedan brillando en nuestro interior,encerrados entre las inciertas paredes del alma.¿Hay sueños que rayan en la locura?¿Pertenecen a locos deseos escurridizosque se esconden en esos lugaresdonde no nos atrevemos a entrar?¿Juegan ese juego en el cual ocultarsees la mejor manera de llegar al final?Sin embargo el juego no tiene fin:sigue el corazón buscando y ocultando,ocultando y buscando.

Quizás quería que algo cayera sobre mí y me aplastara. Sí, eso es lo que quería.La puerta estaba abierta, miraba el hueco pero no más que el sol entraba. Yo necesitaba una sombra, un rayo de oscuridad, una fuerza sobrenatural que me asustara hasta hacerme reír de ridiculez, reír sin parar de incredulidad. Deseaba recibir un potente golpe que me pegara a la pared, que me dejara incapacitada de defenderme, que inmovilizara mis brazos y mis piernas, que me obligara a explotar en llanto, con los ojos cerrados, hasta gastar todo el dolor y la bronca. Entonces en ese instante, levantaría la cabeza, movería hacia arriba mis párpados. Clavaría la mirada en el centro de la cosa espeluznante y sin forma que me tuviera aprisionada. Y llena de miedo pero con gesto desafiante en mi cara y una sonrisa imperturbable,  consumiendo el poco aire que pudiese quedar en mis pulmones, le diría: -¡Matame...!